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Douglas Eulises Arce Gómez
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Комментарии
@gamboamarcosa
@gamboamarcosa 4 года назад
Alguien tiene una predicacion de monsenhor Ramirez Salaverria por favor?
@bernardobelmarivero2334
@bernardobelmarivero2334 6 лет назад
linda celebracion eucaristica, de la ordenacion Sacerdotal.
@enriquevasquez6492
@enriquevasquez6492 8 лет назад
así no es el pregón.
@mariajoses.7897
@mariajoses.7897 8 лет назад
Hermosa interpretación del Pregón Pascual. Me alegra que lo hayas cantado este año. Un abrazo y Felices Pascuas de resurrección!!
10 лет назад
HOMILÍA EN LA MISA EXEQUIAL DE MONSEÑOR ANTONIO JOSÉ RAMÍREZ SALAVERRÍA Maturín, 04-07-2014 El sentido pleno de la vida del cristiano ... Las lecturas bíblicas que hemos escuchado nos proponen la verdad revelada por Dios sobre la razón última de ser del cristiano. Por el bautismo, gracias a la elección primera y vocación inicial por parte del Señor, somos consagrados y dedicados a él para siempre, “en vida o en muerte”(Rm 14,7-8). Toda nuestra vida se convierte en un “servicio”, un acto de culto, un sacerdocio espiritual (cf.Rm 12,1-2). Al ser inmersos en el misterio pascual de la pasión, muerte y resurrección de Cristo, por el baño del agua y del espíritu, somos configurados en su misión de sacerdote, profeta y rey. El Dios uno y Trino viene a habitar en cada bautizado o bautizada, haciendo de su íntegro ser personal su templo viviente. La función de todo templo es servir como morada de la divinidad para que los hombres puedan tener un lugar donde encontrarse y comunicarse con ella. Jesucristo es el verdadero templo de Dios; en su persona única, pero con dos naturalezas perfectamente unidas, la naturaleza divina y la naturaleza humana, se cumple a plenitud la función del templo. En su persona se encuentran en unión perfecta Dios y el hombre. En la nueva Alianza ya no hay más templo que él; en la Jerusalén celestial no existe ningún santuario: “porque el Dios Todopoderoso y el Cordero, es su santuario” (Ap 21,22). Los cristianos somos incorporados a Cristo por el bautismo, constituyendo su cuerpo “místico” y siendo él la cabeza de este Cuerpo, por nosotros circula su misma vida, de tal forma que venimos a ser “piedras vivas” (cf.Ef2, 19-22; 1 Pe 2,7) del nuevo y definitivo templo. Por eso, la ética, del cristiano es una consecuencia de esta realidad y podría resumirse desde esta óptica como: dejar vivir en nosotros a Cristo, hasta llegar a lo que dice S. Pablo: que ya no seamos nosotros mismos los que vivamos, sino que sea Cristo quien viva en nosotros (cf.Gal 2,20). O como dice S. Juan en su primera Carta: “nadie nunca ha visto a Dios. Si nos amamos unos a otros Dios permanece en nosotros y su amor ha llegado en nosotros a su perfección” (1Jn 4,12). Como nos enseñó Jesús: “Para que viendo sus buenas obras, los hombres glorifiquen a su Padre que está en el cielo” (Mt 5,16). El cristiano, según Tertuliano, es “alter Crhistus”, otro Cristo. En el sacramento del Espíritu, la Confirmación, se nos recuerda que donde está, donde pasa, un cristiano, se difunde el aroma de Cristo. El cristiano “huele a Cristo” e impregna con su agradabilísimo perfume todo su entorno. El“buen olor de Cristo” no es otra cosa que el Amor de caridad. El amor puro, esto es: totalmente desinteresado, totalmente donación; es la vida orientada totalmente al otro. Con la máxima motivación de quien es la “caridad en persona”: “para que tengan vida y la tengan en abundancia”(Jn10,10). . Un cristiano, una cristiana, sea cual sea su edad, estado de vida y vocación: esposo, esposa, padre, madre, soltero, anciano, joven, niño; profesional, empleado, educador, etc. Está llamado a vivir de esta manera, reproduciendo en su ser y actuar a Cristo y en Cristo, como nos dice S. Pablo,“habita toda la divinidad”, que “todos nosotros vamos reflejando en nuestros rostros…. Llevando siempre en nuestros cuerpos la entrega a muerte de Jesús… así, mientras nosotros morimos, el mundo recibe la vida”(1 Cor 4,10.12). Así, pues, en Cristo y en nosotros, incorporados a él, se produce la síntesis del encuentro salvador entre Dios y los hombres que la humanidad de todos los tiempos anheló, dejando abolidos todos los demás templos, sacrificios y sacerdocios. Dios ahora sólo encuentra al hombre y el hombre a Dios, en Cristo: “Templo, Sacerdote y ofrenda”, para siempre. El Obispo Al cristiano Antonio José Ramírez Salaverría, el Señor lo llamó a ser Obispo, Pastor de la Iglesia, a vivir su vocación cristiana a la santidad, en la vocación sacerdotal y episcopal. El Señor le pidió, por medio del entonces sucesor de San Pedro, Papa Pio XII, la titánica labor de fundar las bases de la nueva Diócesis de Maturín. Un Obispo es un cristiano bautizado y confirmado. También fue niño de catecismo, quizá también monaguillo; después fue al seminario. Hizo un largo camino para llegar a ser sacerdote, para ser vicario, párroco, educador, asesor de asociaciones, hasta el cargo más alto de vicario general de la Diócesis. Cargo que Monseñor ocupaba cuando fue llamado y consagrado obispo. La base de todo es siempre la misma, el bautismo que recibió en la más tierna infancia por voluntad inicial de sus padres, asumida por él como “Voluntad de Dios”. El Concilio Vaticano II nos dice: “Los obispos por divina instrucción han sucedido el lugar de los apóstoles como pastores de la Iglesia y quien a ellos escucha, a Cristo escucha, quien los desprecia, desprecia a Cristo, y al que lo envió” (LG 20). Si uno mira al obispo, a cualquier obispo no te equivocas si dices: “Es sucesor de los apóstoles, el Apóstol que el Espíritu Santo ha mandado para guiar nuestra Iglesia, nuestra diócesis”. Un obispo jamás llega a serlo por selección propia o por su agrado, sino que ha sido enviado por Cristo, a través de su vicario en la tierra, el Papa. Los Obispos, según el magisterio del Papa San Juan Pablo II, son “Sucesores de los Apóstoles, con capacidad de evangelizar, santificar y gobernar al Pueblo de Dios, y de perpetuar a su vez el mismo episcopado”(5 de noviembre de 1981). En la “Eclesiología de Comunión”; es decir, la manera en que la Iglesia se entiende a sí misma desde los datos de la Palabra de Dios en medio de los “signos de los tiempos”, la Iglesia descubre su identidad más prístina en su origen, fuente y arquetipo que es la comunidad de las tres personas divinas en un solo Dios. Es decir, la voluntad de Dios, su proyecto universal, es que todos los hombres de todos los tiempos lleguen a entrar y participar en esa comunidad de amor para siempre, y la Iglesia es en la historia la encargada de llamar, por medio del anuncio misionero del evangelio a todos los que les sea posible para que conozcan y se abran de corazón a este proyecto. Y, al frente de la Iglesia, los Obispos en general (incluido, el primero de ellos, el Papa) y, cada obispo en la diócesis que se le encomienda, son el punto de unidad, los garantes y guardianes de la comunión de todos. Por esto la “Pastores Gregis” nos enseña que el ministerio pastoral de los obispos tiene un fundamento trinitario.“Es muy antigua la tradición que presenta al Obispo como imagen del Padre, el cual, como escribió San Ignacio de Antioquía, es como el Obispo invisible de todos.Por consiguiente, cada obispo ocupa el lugar del Padre de Jesucristo” (PG 7)…. El Obispo actuando en persona y en nombre de Cristo mismo, se convierte, para la Iglesia a él confiada, en signo vivo de Jesús Pastor y Esposo, Maestro y Pontífice de la Iglesia… La unción del Espíritu Santo, en fin, al configurar al Obispo con Cristo, le capacita para continuar su ministerio vivo a favor de la iglesia… En el nombre del Espíritu santo, que vivifica la Iglesia y con su fuerza sustenta la debilidad humana (Ib). De esta manera, el obispo es “Principio visible y fundamento de la unidad en su Iglesia particular y es, también, el vínculo visible de la comunión eclesial entre su diócesis y la Iglesia universal. En el cristiano-obispo, Antonio José, vimos cumplido el ministerio episcopal de una manera eximia: tuvo un corazón de Pastor, según el corazón de Cristo; fue el Padre amoroso, cercano a sus sacerdotes y fieles, pero, también firme; fue dócil al Espíritu, consumido por el fuego del celo por el Reino de Dios, la profusión y la riqueza de los dones del Espíritu hicieron gala en su proverbial sencillez. “Enseñó e Hizo” toda una grey de Dios en Monagas. Ejerció su ministerio apostólico en la forma más solemne del colegio Episcopal universal, al tener el alto honor de participar en el Concilio Vaticano II, fue Secretario de la Conferencia Episcopal abriendo caminos de comunión para todo el episcopado de la Iglesia en Venezuela. Después, en su condición de Obispo Emérito, fue un ejemplo de fe y amor a la Iglesia, respetando totalmente la persona y el trabajo de sus sucesores, poniéndosenos totalmente a la orden. Jamás olvidaré las palabras que me dirigiera, a solas, antes de mi ordenación episcopal y toma de posesión: “Venerable hermano, tu eres mi pastor, yo estoy a tu servicio en cuanto me lo permitan mis fuerzas físicas, cuenta con mi apoyo espiritual”, e inclinándose, me tomó la mano y me la besó. Yo quedé profundamente impactado y conmovido; nunca me sentí tan pequeño como en ese momento, ante el gesto de un gran hombre de Dios, un gran hombre y pastor. Por eso, hermanos y hermanas, ¿qué celebramos hoy? La coronación de la vida de un cristiano que proclama la victoria sobre la muerte, el mal y el pecado de Cristo Resucitado, victoria que ahora se hizo concreta, palpable, en el cristiano-Obispo Antonio José. Hoy, a la luz del Evangelio, contemplamos a quien haciéndose el servidor de todos por el amor a sus hermanos, entregó su larga vida de 96 años, para ungir a su pueblo con el Crisma del amor sin medida de su Maestro y Señor. Hoy podemos proclamar y agradecer con gozo al Padre Celestial, por habernos concedido tener entre nosotros, por tanto tiempo, a este “dispensador” del Señor. Por haber encontrado en él un templo vivo de Cristo. La Catedral que nos dejó, nunca será tan grande y bella, como lo fue su constructor. Alguien se refirió a él como “un Obispo tan grande como su catedral”, permítaseme decir ahora. El Dios inmenso, que no puede ser contenido por ningún edificio fabricado por los hombres, ni en el mundo entero, quiere habitar en nosotros, como nos lo comprobó nuestro hermano, quien fue como templo viviente de Cristo una “catedral”, donde todo un pueblo fue cobijado por la bondad y el amor de Cristo Buen Pastor. Un hito en nuestra historia diocesana El hecho de la partida de Monseñor marca un hito histórico para la diócesis de Maturín y para Monagas.Por una parte, se cierra una etapa en la vida de nuestra Diócesis, con la partida del Padre fundador a la eternidad, termina la etapa en que la “familia” recibe la identidad directamente del padre común, de la persona viviente del ancestro. Ahora comienza la etapa de asumir la herencia y ponerla a fructificar. La pequeña plantación, ha crecido, la Diócesis ha progresado, su organización, estructuración, número de clero, laicado formado y comprometido. Pero, sobre todo, en cuanto a conciencia de identidad eclesial como Iglesia de Comunión para la misión, constructora de una nueva sociedad. Iglesia en camino. Monseñor desde su retiro siempre nos acompañó en los eventos más significativos de este crecimiento de la mies qué él cuidó en sus primeros pasos. Así estuvo presente en la mayoría de las ordenaciones sacerdotales, en las asambleas Diocesanas, en los encuentros de catequistas. En las misas crismales, en el jubileo cincuentenario, en el Año Sacerdotal, el año de la Fe. Su presencia discreta e iluminadora siempre fue un estímulo para todos. Animó siempre el esfuerzo de la Diócesis por la formación de los pastores, en el Seminario "San Pablo Apóstol”, la formación de los agentes pastorales,ministros laicales; la creación y afianzamiento de las estructuras diocesanas y parroquiales. Pudo conocer el impulso de la catequesis de itinerarios de iniciación cristiana. Como Padre Conciliar, entendía muy bien todos estos pasos de renovación eclesial. Como Abrahán, como Simeón: “lo vio y se alegró”(Cf. Jn 8,56). Quienes hemos sido sus sucesores en el pastoreo de la Grey Maturinense, podemos dar testimonio de cómo hemos visto cumplidas en nuestra relación con Mons. Ramírez estas palabras de Cristo: el sembrador se alegra igual que el segador; yo les he enviado a segar donde ustedes no se han cansado sembrando. Otros se cansaron y ustedes se aprovechan de su trabajo” (Jn 4,37-38). O las del Apóstol: “Yo sembré, Apolo regó, pero el crecimiento lo da Dios”(1 Cor 3,6). Siempre recibimos de Monseñor aliento, y apoyo. Ahora, nos corresponde imitarlo en su entrega incansable hasta el final, asumiendo con esa misma grandeza de ánimo ser dóciles y disponibles al llamado y la misión que Cristo nos hace para “Enseñar y hacer” (Docere et facere).Cada uno de nosotros somos herederos suyos y nos toca asumir la porción de esa herencia en el trabajo por la extensión del Reino de Dios en Monagas, Reino de justicia, de amor y de paz. Estos días que hemos vivido con motivo de la capilla ardiente y de las exequias que hoy celebramos, no han sido sino una muestra clara de una cosa: que la fe, acompañada del testimonio de una vida santa, congrega, une y hermana a todos, sin diferencias ni exclusiones. En esta casa de la familia de los hijos de Dios, por medio de la figura aglutinante del amado padre y pastor, hemos visto cumplido como signo presente el objetivo de Cristo al fundar su Iglesia. Para que ella sea “en cristo como un sacramento e instrumento de unión íntima con Dios y de la unidad de todo los hombres entre sí”(LG 1). Nos corresponde continuar avanzando en esta dirección. Nuestro hermano, Antonio José, todo él vivió por todos y para todos los hijos de esta “Tierra de Gracia” hasta hacerse uno con todos, siendo la semilla donde estaba ya comprendida la vocación de esta Iglesia viva de la Diócesis: ser una gran casa de comunión entre todos y para todos; una casa con las puertas abiertas para que todos puedan caber en ella y para que todos podamos salir a proclamar, a evangelizar, a quienes se encuentren alejados, que esto existe: que podemos constituir una familia grande donde recibimos y compartimos el amor sin medida del Padre Celestial, del Hijo que dio su sangre por nosotros y del Espíritu Santo que tiene poder para alentar en nosotros una vida nueva, una forma nueva de amor y unidad entre todos, sin barreras ni divisiones de ningún tipo. Ofrezcamos el Santo Sacrificio Por todo esto, ofrezcamos el Santo Sacrificio. La primera lectura, tomada del Libro de las Lamentaciones, nos hablaba de la esperanza en el Señor. Monseñor fue un modelo de esperanza y confianza en el Señor, a tal punto-recordábamos estos días- que llegó a decir: “Yo no puedo decir que creo en la Providencia Divina, porque se cree en lo que no se ve, en cambio, yo la veo”. Su confianza, pues, en Dios fue ejemplar. En los últimos días de su vida, transcurridos en la clínica, a varios de sus visitantes y al seminarista que lo asistía les repitió: “¡Ayúdenme a ir al cielo!”. Dos días antes de su partida recibió el sacramento de la reconciliación, confesándose plenamente consciente y en verdadera contrición. Y es que, como hombre de fe y de profundo conocimiento de la Doctrina de salvación, sabía lo que el texto de S. Pablo nos decía en la segunda lectura: “todos hemos de comparecer ante el tribunal de Dios… así, pues, cada uno de ustedes dará cuenta de sí mismo a Dios” (Rm 14,19.11). Monseñor se preparó como el siervo fiel y prudente, al juicio personal que todos hemos de rendir ante la justicia divina y se confió en la comunión de los santos para que todos nosotros, con esa sublime solidaridad sobrenatural, elevemos sufragios por su pronta purificación para que pueda gozar plenamente en la presencia del Señor. Cristo nos ha dado su propio sacrificio, para que lo podamos tomar como nuestro y ofrecer su actualización en el memorial eucarístico, por nuestros difuntos. ¿Cómo no hacerlo por nuestro amado Monseñor Antonio José? En la comunión de los santos, parafraseando el salmo, podemos exclamar: “Cómo pagaremos al Señor por todo el bien que nos ha hecho a través de Monseñor Antonio José Ramírez Salaverría? ¡Alcemos la copa se la salvación invocando el Nombre del Señor!”(Cf. Sal 116,12). “Es justo y necesario, darle Gracias”. Y ahora, Señor, manifiéstale toda tu misericordia, límpialo con tu sangre de toda imperfección humana y cólmalo de tu santidad, para que desde el cielo continúe proyectándola a todos nosotros. Pues tú dijiste por medio del sabio: “La vida de los justos están en manos de Dios tras pequeñas correcciones recibirán grandes beneficios…. En el día del juicio resplandecerán y se propagarán como fuego en un rastrojo… Y el Señor reinará eternamente sobre ellos”(Sb 3,1.5.7). Al Padre que resucitó a Cristo de entre los muertos y lo constituyo Señor y Salvador de todo y de todos, al Espíritu Divino que resucitará nuestros cuerpos mortales, por el don que nos hizo en su siervo Antonio José Ramírez Salaverría, Obispo, sea toda la gloria eternamente. Amén.
@danielvillanueva9447
@danielvillanueva9447 11 лет назад
felicitaciones queridos amigos
@gismoyejah6994
@gismoyejah6994 12 лет назад
ME ENCANTAAA!!
@Noboru0kun
@Noboru0kun 13 лет назад
Que Buen Pregón y Ademas Este Solista Cantó muy Bien y Por lo Visto Se oye que toca un Gran Violinista Todo Estuvo Muy Bien y hasta la segunda voz TODO Esta muy Bien Organizado Los Felicito Virgen Misionera de la Esperanza