Una de las razones, a mi entender, por las que cuesta tanto confiar en los políticos es la siguiente: para ellos, todo lo que hace el adversario está mal. No hay gobierno que reconozca propuesta, valor o virtud en la oposición, ni oposición que sea capaz de aplaudir alguna de las políticas llevadas a cabo por el gobierno. El objetivo es aniquilar al rival para llegar al poder, y en esa estrategia no son válidos ni los aplausos ni los reconocimientos. Al rival, ni agua. Y ello, además de polarizar a la sociedad (algo que cada vez es más evidente, y más peligroso) parte de una base difícilmente justificable porque, si nos aplicamos este razonamiento a nivel individual, ¿quién puede asegurar sin ruborizarse que nunca se ha equivocado? ¿quién no ha dicho alguna vez, (¡alguna vez!) “tenías razón”? Pero ya ni siquiera a posteriori, cuando el error es evidente, sino previamente. ¿Quién no ha dicho, antes de comprobar sus efectos, “qué buena idea la tuya”? Entonces, ¿por qué esa característica, tan común y tan previsible del comportamiento humano es negada sistemáticamente por los políticos? A mí, un político que diga que la propuesta del adversario es buena ya me seduce solo con eso. De entrada, porque me lo creo, y para seguir, porque voy a prestar mucha más atención a lo que tenga que añadir tras ese reconocimiento. Quizás algunos pensaréis que todo obedece a una forma de ver el mundo, la vida, la sociedad, y que si eres de izquierdas no puedes compartir la visión de la derecha, y viceversa. Y si bien comparto que hay opciones ideológicas contrapuestas y difícilmente compatibles, caramba ¿significa eso que todo razonamiento político expresado por alguien que no pertenezca a mi corriente ideológica me va a parecer mal? ¿Qué debate puedo establecer con alguien que va a descalificar cualquier propuesta que haga solo por salir de mi boca? Otros diréis que esto no es sino puro buenismo. Algo ingenuo y naif. Que la política es un juego cainita donde no hay lugar para contemporizar o ceder ante el adversario. Pues tampoco estoy de acuerdo. Es más, estoy convencido de que el primer mandatario que se atreva de una manera clara, sincera, sin ventajismos ni triquiñuelas, a decir: “la propuesta de mi adversario político me parece muy acertada” se llevará el aplauso ciudadano (y la bronca de sus compañeros de partido y sus más fieles acólitos, que tardarán en recuperarse del estupor). Se vive bien en las trincheras rodeado de los tuyos, pero el problema de las trincheras es que son muy estrechas y la visibilidad es reducida. Ojalá salgamos de ellas y caminemos por campo abierto, sin la amenaza de ser abatidos por fuego cruzado. Todo esto, a cuenta del SIN TAPUJOS de esta semana, que viene a contar lo mismo tirando de ironía.
Muy bien Xabi!! Coincido en que el tema del sistema educativo y la juventud son bases fundamentales en esta sociedad. La base y los cimientos deben estar siempre sólidos para que todo funcione bien por encima
