Como muchos, hace cincuenta años mis abuelos dejaron su pueblo para venir a la capital en busca de una mejor vida. No obstante, esos pueblos se cuentan entre los más bellos del mundo, con verdaderos paisajes de ensueño. A causa de esa gran migración, los pueblos del Perú están abandonados, las escuelas sin alumnos, las casonas virreinales cayéndose a pedazos y los inmensos campos de cultivo sin aprovechar.
Y es que por aquellos años en las provincias no había universidades para estudiar, empresas para trabajar ni posibilidades de superación. Sin embargo, hoy la situación se ha invertido. Los pueblos están llenos de oportunidades. Mientras en las ciudades el costo de vida está por las nubes y se ha hecho casi imposible acceder a una vivienda. Pero además el aire, el tráfico, la delincuencia, todo es peor en la capital. Únicamente los sueldos y las universidades mantienen a la población atada a la ciudad.
Por fortuna, la pandemia nos dejó una pequeña luz de esperanza: el descubrimiento del trabajo remoto. De pronto supimos que para estudiar no era necesario llevar las clases de manera presencial. Y tampoco era necesario trabajar en una oficina. De hecho, muchas profesiones se podían realizar tranquilamente desde casa.
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3 окт 2024
