Es normal enojarnos por cualquier situación, el problema es convertirnos en personas malgeniadas. El enojo es una reacción a una herida, ser malgeniados es una enfermedad del alma.
Así como el enojo no sanado nos puede convertir en personas malgeniadas, la tristeza nos puede convertir en personas depresivas, el dolor en personas amargadas, el abuso en manipuladores, los traumas y las malas experiencias nos pueden convertir en personas inseguras, celosas, envidiosas o temerosas.
A continuación, revisaremos algunos ejemplos que vemos en la vida de personajes bíblicos:
1) Nabal, el malgeniado | 1 Samuel 25
En él podemos ver las siguientes raíces de enojo:
Un nombre o etiqueta, su nombre significa necio
Él podría estar repitiendo una conducta aprendida en casa.
Podría ser el resultado de una herida emocional no sanada.
La irritabilidad puede ser una manera de tapar o disimular sentimientos que nos hacen vulnerables.
2) Jezabel, la manipuladora | Apocalipsis 2:20
La Biblia no dice mucho de la niñez de Jezabel, pero sí sabemos que su papá, fue un tirano que mató a sus hermanos para apoderarse del trono de fenicia y que su matrimonio con Acab, el rey de Israel fue arreglado como parte de un acuerdo político. Por eso desde muy niña, Jezabel aprendió a manipular o usar la violencia, la política, el poder, la belleza física, el sexo, la plata, su posición como esposa del rey..., para lograr lo que quería.
Es posible que algunas mujeres:
Al igual que Jezabel, fueron usadas por sus padres para obtener un beneficio político, social o financiero.
Fueron abusadas sexualmente por un familiar, y aunque fue una experiencia denigrante, aprendieron a usar su cuerpo para manipular, controlar y lograr todo lo que quieren.
Fueron abandonadas por su papá, pero aprendieron a usar sus atributos físicos, sus dones, su plata, su forma de ser... para encontrar el amor y la atención que no recibieron en casa.
3) Noemí, la amargada | Ruth 1:20-21
No saber manejar el dolor es lo que causa la amargura:
Buscamos un chivo expiatorio para echarle la culpa, y casi siempre le echamos la culpa a Dios: ¿por qué lo permitió?
Buscamos cómo ahogar nuestras penas, pero después de una borrachera, de la rumba, de una sobredosis..., el dolor va a seguir.
Desquitarnos de Dios o de la persona que nos lastimó, pensando que nos vamos a sentir mejor, pero no es así.
Características de una persona amargada:
A) Tiene una actitud negativa y de queja permanente. | Job 7:11
B) No sabe amar ni recibir amor.
C) Ve a Dios distante e inalcanzable.
4) Caín, el envidioso | Génesis 4:4-7
El problema de Caín no fue Abel, el problema de Saúl no fue David, mi problema no es lo que hizo la otra persona, sino:
Mis inseguridades
Mis temores
Mis odios
Mi falta de confianza en Dios
5) Moisés, el inseguro | Éxodo 3-4
Complejo de inferioridad
Sentía que no tenía autoridad
Se enfocaba en sus debilidades y no en sus fortalezas
Se comparaba con otros
¿Cómo ser sanos de las enfermedades del alma?
Si queremos ser libres tenemos que perdonar, pero también tenemos que aprender a ser objetivos porque nuestras inseguridades son simplemente las interpretaciones que hacemos de una situación vivida, de nosotros, de las otras personas y de lo que nos va a pasar en el futuro.
Para cambiar nuestras percepciones, tenemos que desafiarlas, es decir, obligarnos a pensar objetivamente: ¿Lo que creo es cien por ciento veraz o es simplemente como “me lo imaginé”? ¿Qué otra perspectiva podría tener de la situación?. Cuando nos desafiamos a pensar objetivamente, cuestionamos la validez de nuestra experiencia, y eso trae libertad.
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5 окт 2024
