Hacer una semblanza de Antonio Pérez Jiménez, El Perro de Paterna, es escribir un capítulo de la historia universal del flamenco. Nadie como él demostró tanta maestría en tantos palos diferentes. Y aunque se le reconoce por sus aportaciones a la petenera y los cantes de ida y vuelta, es de justicia reivindicar su arte por fandangos, alegrías, soleares, saetas o tientos. La portentosa voz de El Perro de Paterna podía con todo y lograba atraer la atención de incluso quienes no sabían mucho de flamenco.
Antonio Pérez Jiménez nació en 1925, en Paterna de Rivera. Las reseñas sobre el cantaor indican que tenía 14 años cuando actuó por primera vez ante el público. Fue en su localidad natal, junto a otro grande: Pericón de Cádiz. Su carrera profesional comenzó, no obstante, en 1965, cuando tenía ya 40 años. Grabó 40 discos -más de 60 si se contabilizan las reediciones y compilaciones-. Participó -y ganó- numerosos concursos y actuó en incontables escenarios de toda España.
Se codeó con otras grandes figuras del flamenco de su época. Formó parte de la compañía de Juanito Valderrama. Ambos se profesaban una admiración y cariño mutuos. Cuenta el biógrafo de El Perro, Fernando Gallo Colón, que “no pocas veces dejaba Juan a El Perro el cometido de cerrar los recitales de sus espectáculos, momento en el que los compañeros del elenco abandonaban los camerinos para salir a escucharle como unos aficionados más”. Tanto es así que Juanito Valderrama no dudó en acompañar a El Perro en su nombramiento como Hijo Predilecto de Paterna en 1993.
La devoción entre Antonio El Perro y Paterna también era recíproca. El cantaor no sólo paseó el nombre de su pueblo allá por donde iba, sino que nunca quiso marcharse ni instalarse en otro sitio que no fuera junto a sus paisanos, a los que deleitaba con un cantecito cada vez que se encartaba en su bar. A él le debemos las ya tradicionales misas flamencas en honor al Patrón paternero, San Sebastián, y su apoyo incondicional al Concurso Internacional de Cante por Peteneras.
Paterna le demostró su agradecimiento y cariño en vida, rotulando una céntrica calle con su nombre y nombrándolo Hijo Predilecto, como se mencionó antes. A su muerte, en 1997, el Ayuntamiento decretó 2 días de luto. “El cantaor desaparecido era enormemente popular en su pueblo y muy querido en los ambientes flamencos. Todos sus compañeros de trabajo han coincidido en destacar su gran dimensión humana. Profesional intachable, el cantaor siempre se entregó al máximo ante su público y son innumerables los festivales benéficos en los que ha participado a lo largo de su dilatada carrera”, dijo de él Alfredo Grimaldos en el obituario publicado en El Mundo en enero de 1997.
Antonio Pérez Jiménez, El Perro de Paterna, es uno de los nombres propios del flamenco criado en este encantador municipio gaditano, que rezuma cante con hondura por todos sus poros, grietas y hendiduras: El Niño de la Cava, Dolores La Petenera, Rufino de Paterna, y más recientemente, y entre otros muchos, El Cachorro de Paterna y El Perrito, dignos herederos del linaje de su padre y abuelo.
Paterna de Rivera mantiene vivo el recuerdo de su Hijo Predilecto con su calle, un busto en la plaza de la Constitución y, desde hace escasas semanas, con una baldosa propia en el Paseo local del Flamenco, en cuyo descubrimiento intervino la presidenta de la Diputación, Almudena Martínez.
La concesión de la Medalla de la Provincia viene a rendir homenaje a un paternero orgulloso de su pueblo, que nunca renegó de sus raíces y que debe ser recordado para siempre como uno de los grandes entre los grandes cantaores que ha parido esta tierra.
14 мар 2024
