Un alma en Cristo unalmaencristo...
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📘 Libro I Un alma en Cristo
Capítulo II. MI VIDA
Mi locura (IV)
Dicho vidente me sentó luego en una silla en medio de la habitación y, en voz alta, comenzó a invocar a Santa Teresa, a Einstein, a San Ignacio de Loyola y a dos personajes más, cuyos nombres no recuerdo. Seguidamente empezó a mover sus manos por mi cabeza -en lo que él llamaba pases- y estuvo bastante rato haciéndolo. Antes de irnos me aconsejó que me inscribiera en un cursillo sobre Física mental, que pronto se haría en Barcelona. He de reconocer que empecé a dormir mejor. Mi familia, durante el tiempo que duraron mis vacaciones, estaba muy asustada por mí; tenían miedo que yo hiciera caso a la voz y que ésta me dijera un día: «Tírate por la ventana», y que yo obedeciera.
Aprovecharon las vacaciones para buscar ayuda adecuada. Fueron buscando hasta encontrar al Padre Font, un jesuita que trataba casos paranormales. Al hablarle mi familia de mí, este sacerdote se interesó por el asunto y les dio hora de visita. Tenía que ir yo acompañada por mi familia. Fui con dos hermanas mías. A ellas las hizo pasar primero y les hicieron toda clase de preguntas referentes a mi carácter -eran todas preguntas referentes a mi salud mental- y a cómo me había comportado hasta ese momento. Yo he de decir de paso que siempre he sido muy segura de mí misma, con un sentido práctico muy acusado y de temperamento alegre. Estos son los rasgos que sobresalían más de mi carácter.
El P. Font estuvo visitándome tres días seguidos, en los cuales sólo hablaba yo. Creo que se grababa todo y que luego lo estudiaban en equipo. El P. Font, hombre muy serio y calmoso, me escuchaba muy atento, pero él nunca dejó entrever ni pizca de asombro ni de curiosidad; permanecía como insensible. Pasados unos días yo estaba muy contenta. No sé por qué me había formado la idea de que estaba un poco loca, y no es que eso me hiciera gracia, pero si la explicación a todo lo que me sucedía era la locura, ¡bendita locura! que venía a sacarme de aquella pesadilla. Como digo, estaba contenta y convencida de mi locura. Me decía entre mí: «Estoy loca, pero quiero curarme. Me tomaré todo lo que me mande el médico y me pondré bien. Afortunadamente todo lo que me pasa, si es que estoy loca, es producto de mi imaginación. Entonces ¿de qué tener miedo, si todo es mentira?».
Llegó el día en que el P. Font me diría el resultado. Yo estaba contenta. Hablamos un buen rato y él me dijo, con mucha calma y muy serio: «¿Sabe usted que tiene mucha fuerza mental? ¿Sabe usted que es muy sensible? ¿Sabe usted que es hipersensible? No puedo hacer nada por usted. Si le consuela contárselo a alguna persona, yo pondré un médico para que la escuche. Yo personalmente no puedo atenderla más. Atiendo a las personas a las que sí puedo ayudar».
Salí a la calle muy triste. ¿Qué quería decirme? ¿Que no estaba loca o que lo estaba tanto que no tenía cura? Y, siendo así, ¿tenía que vivir el resto de mi vida de esa forma? Las preguntas sin respuesta se amontonaban en mi cabeza. Volví al vidente y, por suerte, empezaron los cursillos de Física Mental, a los cuales asistí acompañada de una hermana. No me dejaban sola.Me acogí a los cursillos como si de ellos dependiera mi vida. Sabía que todo estaba dentro de mí, y yo no quería vivir así; por ello necesitaba saber el mecanismo de todo para poderlo combatir. En los cursillos se hacían una serie de ejercicios, como unas respiraciones especiales, una gimnasia especial, una hora de meditación, como mínimo, y dos clases per semana. Allí se hablaba de un Ser superior, aunque no se le llamaba Dios ni Cristo. Nos hacían coger confianza en nosotros mismos pues se repetía muchas veces: «yo soy bueno, soy atractivo».
𝑮𝒓𝒖𝒑𝒐 𝑴𝒂𝒓í𝒂 𝑨𝒖𝒙𝒊𝒍𝒊𝒂𝒅𝒐𝒓𝒂 (1989). 𝑼𝒏 𝒂𝒍𝒎𝒂 𝒆𝒏 𝑪𝒓𝒊𝒔𝒕𝒐. 𝑳𝒊𝒃𝒓𝒐 𝑰
10 окт 2024
