LLegó el momento de abandonar Andalucía por unos días.
Entro en la provincia de Badajoz, Extremadura, para continuar mi camino hasta Santiago.
Todavía sigo con la variante del Camino Mozárabe que me llevará hasta Mérida pero ya se nota que empieza a cambiar el paisaje. Los mares de olivos empiezan a dejar paso a las dehesas de encinas, empiezo a verme rodeado de grullas, cigüeñas, agua, mucha agua, agua por todas partes. No sé si será porque ha estado lloviendo varios días por toda la zona, por la época del año o porque es siempre así, ya que es la primera vez que visito esta zona, pero a cada pocos metros hay que cruzar un arroyuelo, durante kilómetros vamos acompañados de riachuelos... en definitiva, que la zona me enamoró y es otra zona que tengo que volver (al final tengo que volver a hacer el camino por el sur y eso que es la zona que menos expectativas tenía de ella)
Tras empezar el día con una niebla que se podía cortar con unas tijeras, el sol empieza a abrirse camino y me descubre un verde que me llena de vida. Mi destino de hoy es el pueblo de Campanario que me recibe con un sol espectacular que mi cuerpo agradece mucho y unos policías locales muy amables que son los encargados de darme las llaves del albergue de hoy. Un albergue pequeño, sin lujos, pero con todo lo necesario para que un peregrino pueda descansar limpio, calentito y cómodo.
8 окт 2024