Julián, 93 años, podría ser un símbolo, quien vendiendo paz y caramelos avergüenza al bizantinismo abimaelita del peruano destructivo, vencido por el odio, la impotencia y la mediocridad. No es un comunista..
Julián no. Sea con calor o lluvia, el trabajo no brinda excusas. Hombre serio,realista, de honor, ha puesto ruedas mas grandes a su carretilla. Es que las fuerzas van cayendo y una mente clara siempre ve soluciones.
Llegar al invierno de la vida sin disfrutar de lo que llámanos riqueza, es el caso de muchos, pero con tener pena no se gana nada El no la desea.
Va en la cima de la autoestima.
Coqueto, afirmativo, su visita mensual a la peluquería es un ritual donde nadie regala el corte.
Hombre vivido, lo confiesa, supo frenó su vida nocturna con la determinación de quien sabe decir no, sobre todo a si mismo. Avizoró que la juventud se acababa.
A sus 93, solo, no pide nada a nadie, se paga alquiler de su casa y en una esquina de Quillabamba, a caramelazo limpio, no lo sabe, pero se tumba una realidad que para otros sería insoportable. No es un vago.
No quiere fama ni espera mucho, pero no es un aburrido ni decepcionado. Su picardía, grande, como su atrevimiento lo ha heche atrayente para otros viejos que se acercan para chismear cosas alegres.
Ya es tarde para quejarse que apaga eso la chispa.
A mi nadie me mantiene,, afirma.
¿Yo hacer paro? Se ríe.
No lo hago porque sino de qué vivo, y apuntilla, no soy como otros que piden limosna.
Sus preocupaciones: el alquiler de su casa, menos mal es pagados con el estipendio de 200 lucas del Estado. Nadie vive gratis.
Trabaja, dice, porque el esfuerzo da vida y apetencia por nuevas experiencias.
Un ejemplo para compartir, mientras otros rompen pistas, incendiar aeropuertos, incapaces de como Julián bombardear realismo, asi sea con caramelos, avergonzando a la legión de zànganos que en vez de regalar caramelos matan niños a morir como acaba de pasar en Andahuaylas.
11 дек 2022
