Aguaverso 

AGUAVERSO
Cuando empieza a llover en la ciudad
muchos huyen despavoridos de las gotas que caen.
Sin embargo, amo a quienes se lanzan hacia los tendederos,
a los que se apresuran a quitar los manteles de las mesas del patio,
aplaudo a quienes sacan a beber a sus plantas;
a aquellos que, afanados y urgidos, arrean a sus perros hacia un lugar seguro;
a aquel que simplemente abre su paraguas y sigue su camino.
Pero admiro a morir a quien puede asomarse desde alguna ventana
a ver caer las gotas y se cree que son versos.
Él, ve mojarse impunemente al joven del colmado que lleva algún encargo
Y al grupo de escolares que disfrutan las gotas y se beben el tiempo.
Cuando empieza a llover en la ciudad
las gotas y los versos tocan hojas y pieles y sueños y ventanas
y el poema ve huir despavoridos a quienes llevan tintes y vestidos de gala
o portan textos solubles, perfumados con bálsamos comprados en botica
y adornan con florones sus intentos más serios.
Yo amo a quienes se mojan en los versos que fluyen
mientras quitan la ropa lavada de las cuerdas,
los que mueven las sillas y quitan los manteles,
los que abren sus sombrillas y cumplen sus deberes.
Pero prefiero a aquellos que se desnudan y corren y sonríen y cantan
mientras el agua ensucia de ganas sus razones.
A los que simplemente, aunque no se desnuden,
dejan que el aguaverso empape sus fondillos.
Y a aquellos que derraman sus lágrimas para que se confundan con el agua que cae.
Y a aquellos que reverdecen al compás de la lluvia.
Y a aquellos cuyos cuerpos fluyen en gotas finas
y brotan desde el ojo y humedecen los labios
y lubrican la íntima gruta del arcoíris.
Y a aquellos que fornican a ritmo de tormenta
y florecen y emanan la fragancia sutil del amor consumado.
Aquellos que prefiero
son la causa primera de que exista la lluvia
y el motivo final de cualquier aguacero.
Luis Carvajal