Este programa de Tiempos Modernos fue emitido el 9 de mayo de 2017.
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Todo el siglo XIX español, y buena parte del XX, tuvo un protagonista hoy casi olvidado: el “carlismo”, el tradicionalismo político, llamado “carlismo” porque su origen está en la reivindicación de la corona para el infante Carlos, hermano de Fernando VII.
Recordemos lo que pasó. El rey Fernando VII muere en 1833. Deja dos hijas de corta edad. La mayor es Isabel, de tres años. La ley sucesoria de ese momento (la llamada “ley sálica”) no contempla que una mujer acceda al trono si hay heredero varón. Y lo hay: el infante Carlos María Isidro, hermano de Fernando VII. Pero hay más: la cuestión sucesoria envuelve una profunda brecha política, la misma que en ese momento desgarra a Europa. En torno a Carlos se agrupan los partidarios de la monarquía tradicional. En el lado opuesto, los liberales saben que su única oportunidad es que la corona no vaya a parar a Carlos, y por eso apoyan la causa de la niña Isabel. El rey Fernando, tres años antes de morir, deroga la ley sálica: el trono será para Isabel. Después rectifica, pero ya es demasiado tarde para todos. Mientras las facciones agrupadas en torno a Isabel se las arreglan para que esa última decisión de Fernando no tenga efecto, Carlos reclama sus derechos. A sus partidarios se les llamará “carlistas”. La guerra está servida.
Como la historia la escriben los vencedores, hoy se nos presenta al movimiento carlista como una siniestra reacción de aristócratas y clérigos encastillados en sus privilegios, partidarios del absolutismo, que manipularon el fanatismo religioso de los campesinos para oponerse a cualquier reforma política y a las libertades más elementales. Pero esto es una caricatura. El carlismo no fue tanto un movimiento de elites como un movimiento popular; su bandera no era la del absolutismo, sino la de la tradición (no es lo mismo), y su lema “Dios, patria, rey” no hacía sino recoger los mismos principios por los que los españoles se habían levantado contra Napoleón veinticinco años atrás. Los campesinos y pequeños propietarios serán sus principales partidarios. Y por eso, porque era un movimiento popular arraigado en convicciones muy hondas, pudo haber tres guerras civiles consecutivas en el siglo XIX.
16 окт 2024