Hecatombe
Ya la luna, harta de defraudar, pródiga del reino azabache,
a voluntad propia, se ha precipitado al vacío.
Desde entonces, la galerna azota a los huérfanos mares
y el éter que me asedia se ha vuelto rojizo.
Ya, sin esperanza, me arrodillo ante el cercano desastre.
Ya las hiedras, tediosas de las fúnebres tapias
comienzan decididas a trepar por mis pies.
Oigo el canto de los difuntos y la tierra blanda
arrastra firme hacia su seno mi rancia piel.
Ya expira el sol, hastiado de lucir para nada.
Ya las flores, tras llorar sus últimos pétalos,
son incineradas en las lenguas de utópicas lumbres.
Los jardines se han convertido en cementerios
y los árboles se rebelan mientras los páramos rugen.
Ya apestan, putrefactos, los antiguos sueños.
Ya las briznas de aire, antaño gratas y etéreas aves,
acuchillan encarnizadas la desidia de mi rostro.
Soy la efigie del infortunio, la voz de los miserables
que en suplicio han derramado losas por sus ojos.
Ya los bichos se saben de mí, inminentes comensales.
Ya te veo partir, eludiendo despedirte. En ciernes
de la odisea de huir de este volcán, arrancas despavorida.
No podrás, en la raíz de mi espíritu tú y yo siempre
estaremos juntos, pese a que, álgida, no aceptes mi estima.
Ya sólo tengo un umbral, entre tu amor y la muerte.
Letra: Brais Celme
Música: Suno
Imagen: Paintify
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25 окт 2024
