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CARLOS OLIVA EL CREADOR DEL SONIDO DE MIAMI"INOLVIDABLE" 

Arturo Manuel Del Monte
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Carlos S. Oliva García nació el 15 de febrero de 1942 en su casa de la calle Sobral de Sancti Spíritus.
Su padre era Segundo Oliva y su madre Hilda García, quienes cantaban, sobre todo tangos y los conocían casi todos. Su hermano menor Javier nació el 25 de febrero de 1949, también cantaba y tocaba el bajo, pero lamentablemente falleció bastante joven.
Carlos estudió en el Colegio La Natividad de los Hermanos de la Salle, en Pancho Jiménez #49 esquina Manuel Díaz. En las fiestas del colegio tocaba la tumbadora y cantaba, pero a nivel amateur. Más tarde, con sus amigos Carlos y Rafael Orizondo, formaron un trío, pero era sólo para pasar el rato y divertirse, nunca pensaron en convertirse en profesionales. Aunque recuerda haber tocado la campana y el güiro en algunas orquestas que llegaron a Sancti Spíritus.
Otros compañeros suyos del colegio fueron: Ruiz, Barcia, Orizondo, de la O y Mendiburt (†).
Como miembro y dirigente de la Juventud Católica Cubana, la Iglesia escogió a algunos dirigentes de Las Villas para sacarlos de Cuba, conseguirles becas y prepararlos adecuadamente para que luego pudieran regresar y ayudar en la formación religiosa de otros jóvenes católicos.
Su salida fue el 21 de agosto de 1961, en barco hacia Cartagena, de allí pasó a Bogotá, donde esperaba la beca a Bélgica, su destino final, pero; “una cosa es con la guitarra y otra con el violín”. La beca no llegó, desesperado fue a ver a Monseñor Eduardo Boza-Masvidal y pedirle permiso para venir a Miami porque finalmente la beca no llegó.
Algo fuera de lo común, Carlos ha tenido una vida muy interesante y esta anécdota lo confirma. En Bogotá conoció a un piloto y le contó lo que le pasaba, el piloto le dijo vete a Barranquilla el 25 de diciembre y te llevo a Miami.
Así fue como Carlos pudo salir después de cuatro meses en Colombia, en su avión que usaba para transportar animales. Estando en el aeropuerto de Barranquilla, caminaba hacia el C-47 con un norteamericano, otro pasajero, quien le preguntó si ya había pasado por la Aduana, y Carlos le dijo que no. Entonces el norteamericano lo cogió, recorrieron un pasillo, llegaron a una oficina, abrió un cajón de un buró, sacó un sello, lo estampó en su pasaporte y firmó.
Cosas típicas de Latinoamérica. Cuando el avión puso en marcha sus dos motores, uno de los animales a bordo era un tigre en su jaula, que se puso tan nervioso, se agitó, rugía y golpeaba los barrotes que el piloto, temiendo un accidente, tuvo que pedir que lo bajaran.
Recuerda cuando sobrevolaban el corredor aéreo cubano, el norteamericano le dijo esto para que pudiera ver su querida isla desde esa altura.
Al llegar al aeropuerto de Miami, todo salió bien porque Carlos tenía su visa de estudiante.
Su primer trabajo fue limpiando barcos en el puerto y hasta durmió allí.
PARA MITIGAR LA NOSTALGIA
Posteriormente, su amigo Carlos Florido fue designado director del Campamento Matecumbe, ubicado en la calle 120 Suroeste y la avenida 138, perteneciente a Catholic Aid. Le pidió ayuda a Carlos y allí sirvió como instructor y consejero de los muchachos que llegaban solos a través del Programa de Niños Cubanos No Acompañados del gobierno federal y luego en 1962, el reportero del Miami Herald Gene Miller los bautizó con el nombre de Pedro Pan y así se les conoce hasta el día de hoy.
Como Carlos tocaba instrumentos de percusión y cantaba desde muy pequeño, allá en su tierra natal de Yayabo, y aquellos muchachos necesitaban alguna distracción para aliviar la nostalgia y la soledad que les causaba la ausencia de sus padres, entonces Oliva compartió con otros que, como él, sentían la inclinación y afición por la música.
“TENGO UN TRIO”
Carlos fue al Hotel Sands, 1601 Collins Ave. Miami Beach a descargar, un día el dueño le preguntó si conocía algún trío, Carlos le respondió: “Tengo un trío” era mentira, pero inmediatamente lo formó con Javier Varona como pianista, Marino Dorado en la guitarra y Manny López Font en la trompeta (aunque en realidad era un cuarteto).
En esa época, Julio Gutiérrez, músico, arreglista y compositor cubano de los años 40, autor de boleros legendarios como Inolvidable y Llanto de Luna, tocaba en el Hotel Fontainebleau de Collins y 44th Street. Quería regresar a Nueva York y estaba armando un nuevo grupo. Los escogió a él, Willy, Roberto Lozano y Héctor Fernández, que en ese momento formaban un cuarteto vocal, para entretenernos y hacer algo nuevo. Julio se entusiasmó mucho con ellos y se los llevó a todos a Nueva York en dos autos. Allí estaban trabajando con Julio, Carlos tocaba las congas y Chirino los timbales. Luego en los descansos subían al escenario Lozano, que era el pianista, y Héctor, que era el cantante, y casi al final de la presentación subían Chirino y Carlos para formar el cuarteto. Luego bajaban ellos y subía Julio. Tocaban en el club llamado El Torero en Manhattan donde pasaban mucho tiempo.

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30 сен 2024

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