Muy buenas familias hoy voy a cumplir uno de mis sueños de explorador, recorrer el histórico cementerio abandonado de Carhué, un lugar que albergaria a nuestros seres queridos que ya no están, hoy se encuentra en un total abandono,cientos de sentimientos recorrer mi cuerpo, toda mi vida se paraliza para apreciar y conectarse con este momento único.
Bodegas, panteones, nichos, sepulturas en tierra están delante mío, la lluvia y el frío me abrazan...
Muchas gracias a todo los que apoyan al canal.
Historia:
El cementerio habilitado en 1897 se ubicaba a más de veinte cuadras de la Plaza, en terrenos donde desemboca el Rio Pigüé en la laguna Epecuén. Respondía a las características que hoy aún pueden apreciarse en los cementerios de la mayoría de los pueblos de la zona. Representaban una ciudad, pero para los muertos: edificios importantes, barrios más modestos, calles y bulevares, forestación, etc.
Se accedía por un gran portón a un bulevar que permitía el ingreso de los carruajes de las pompas fúnebres. A los lados de este bulevar las familias adineradas erigían suntuosos mausoleos con subsuelos, especies de moradas para que la familia estuviera reunida en la eternidad. Los menos pudientes depositaban los cuerpos de sus muertos en nichos en la periferia o los sepultaban en tierra. Los niños tenían su sector.
Así, durante casi noventa años esta necrópolis fue acogiendo a los difuntos de la localidad, los que se estima habían llegado a unos siete mil cuerpos hasta 1985.
Entre 1978 y 1985 la laguna Epecuen creció notoriamente, al punto que inundó al pueblo homónimo. El cementerio no escapó a esa crisis. En su libro sobre la tragedia de Epecuen, Roberto Laspiur nos relata de manera cruda y por momentos surrealista como se vivieron esos instantes. El 10 de noviembre de 1985 la defensa de tierra y piedras de Epecuén había sucumbido y el agua había ingresado al pueblo, debiéndose evacuar en su totalidad. “Para el 17 de noviembre ya se discutía si las aguas del lago, que crecían día a día, llegarían hasta el cementerio. Un comunicado de la Comisión de Defensa Civil informaba que se estaban reforzando las defensas del cementerio pero que, no obstante, los familiares podían retirar a sus muertos tan pronto como se reparara el camino de acceso.”
Aunque los vecinos e instituciones que conformaban las Fuerzas Vivas, algunos ingenieros, vaticinaban que el cementerio quedaría totalmente bajo varios metros de agua, Laspiur cuenta del descreimiento de los pobladores de Carhué “No podíamos comprender cómo la marca, que habían pintado los ingenieros un metro más arriba de los portones de entrada al cementerio, podría cubrirse con el agua. Parecía imposible”
Pese a las advertencias recién se autorizó a retirar los cuerpos en diciembre de ese año. Las familias con los ataúdes de sus deudos cruzaban el pueblo en todo tipo de vehículos -camiones, camionetas, carros-, y eran depositados en galpones, campos, camiones o inclusive en casas hasta encontrarles lugar en algún cementerio de la zona. Esta no era tarea fácil, ya que las necrópolis de los pueblos vecinos como Puán y Pigüé estaban colapsadas por los muertos de Carhué.
La laguna continuó creciendo. Hacia julio de 1986 fue contratada una barcaza con seis buzos que durante seis meses se ocuparon de romper nichos y bóvedas debajo del agua para retirar los cuerpos para llevarlos al nuevo cementerio. La tarea finalizó en diciembre de 1986, con el trasladado 2391 féretros.
16 окт 2024