La gracia del Señor Jesu Cristo, y el amor de Dios, y la comunión del Espíritu Santo sea con vosotros todos. Amén. 2 Corintios 13:14. La Biblia Reina Valera 1602.
Hola Hnos que bien que el Pastor Salvador haga estos estudios que nos reconforta tanto y que aprendemos tanto de él y nos lleva a amar más y a entender la Palabra. Que Dios le bendiga.
Hnos les pido por favor en el amor de DIOS TODOPODEROSO de sus oraciones por mi hijo CÉSAR ISRAEL GARCIA porque DIOS le haga libre de la prisión de las drogas y proteja su vida..muchas gracias DIOS TODOPODEROSO les bendiga 🙏
Su hijo está en las manos del Señor, sí tiene fe él hará su obra en su vida! Cuando usted ore pídale por misericordia ellas son nuevas cada mañana, qué Dios le bendiga a usted y su familia grandemente!
Sra. Rocío: CRISTO me libró de mi ansiedad, terrible, de muchos años en las drogas. Crea en Él con todo su corazón, toda su alma y todas sus fuerzas! CRISTO VIVE!
Claro que oraremos por él, y cuando este en su Juicio háblale la palabra para que el señor lo libre, conocereis la verdad y la verdad os librará sn Juan 8:32
Por testimonio mío te platico, que Dios rescató a mi hijo y ahora camina en si camino, no dejes de orar, cono madre y padre, no dejes de hacerlo, Dios es grande en misericordia y lo rescatará, en el nombre de Cristo Jesús.
Que la misericordia de Dios nos guarde de nuestra propia envidia, nos conceda el arrepentimiento y nos revista de su gracia para pelear la buena batalla de la Fe, en Cristo Jesús Señor Nuestro. Saludos desde Colombia.
Pastor Salvador Qué El Señor Todopoderoso lo Bendiga Y lo guarde de el mal...🙏 Su prédica Fue una grande Bendición ...para mí Saludos desdé SAN Luis Potosí México 👋
EL AMOR NO ES UN PRINCIPIO LEGAL (6) La luz (santidad perfecta) y el amor no sólo son atributos de Dios (por ese orden), sino que son Su propia naturaleza (1 Jn. 1:5; 4:8,16). Y, aunque los cristianos participamos de Su naturaleza divina (2 P. 1:4), ninguno puede alcanzar tal perfección (ni en su santidad, ni en su amor). Cuando un cristiano ama, con un amor santo, a semejanza del de Dios, va a estar cumpliendo los preceptos morales de la Ley de Moisés (porque todos avocan a “no hacer mal al prójimo”, lo cual ya es un pequeño nivel de amor), pero el que ha nacido de nuevo, va a sobrepasar ese cumplimiento. No obstante, aunque la santidad y amor del cristiano van mucho más allá que lo que la Ley de Moisés requiere del hombre natural (no convertido), nunca lo hará en un grado tal como el de Dios. Por eso, decir que la Ley de Moisés es la fiel expresión del carácter santo y eterno (inmutable) de Dios, es mucho decir. En dicha Ley hay “reflejos” de ese carácter, como trazas minúsculas de algo que es maravilloso e inconmensurable: la santidad y el amor de Dios. Al contemplar esa santidad y ese amor, uno debería “descalzarse”, como lo hizo Moisés ante la manifestación de Dios en la zarza que ardía sin consumirse, en el desierto (Ex.3:5), y no llenarse la boca (y el corazón) diciendo que “ahora cumplo la Ley de Moisés, porque el Espíritu Santo me impulsa a obedecerla”. Como queriendo decir que, obedecer esa Ley, es vivir al nivel del sublime carácter santo de Dios. En lugar de eso, debería decir: “ahora, que soy de Cristo, y tengo Su vida en mí, el Espíritu Santo me impulsa a amar (entre otras manifestaciones de Su fruto, Gá. 5:21-22), y supero con creces lo que la Ley de Moisés demanda en lo tocante a las relaciones con mi prójimo”.
EL AMOR NO ES UN PRINCIPIO LEGAL (1) “Los mandamientos dicen: “No cometas adulterio, no mates, no robes, no codicies”; pero estos y los demás mandamientos quedan comprendidos en estas palabras: “Ama a tu prójimo como a ti mismo.” porque: «No adulterarás, no matarás, no hurtarás, no dirás falso testimonio, no codiciarás», y cualquier otro mandamiento, en esta sentencia se resume: «Amarás a tu prójimo como a ti mismo». El que tiene amor no hace daño al prójimo; así que en el amor se cumple perfectamente la ley”. (Ro. 13:9-10, DHH). Una paráfrasis del N.T. vierte así el texto de Ro. 13:8-10: “Paga las deudas, excepto las deudas de amor hacia otros, pues éstas nunca se terminan de pagar. Al amarlos estarás obedeciendo la ley de Dios y satisfaciendo sus demandas. Porque si amas a tu vecino como a ti mismo, jamás sentirás deseo de perjudicarlo, engañarlo, matarlo ni robarle; jamás pecarás contra su esposa ni desearás lo que le pertenece. No harás contra él nada que los Diez Mandamientos condene. Porque los Diez Mandamientos se resumen en uno solo: amarás a tu prójimo como a ti mismo. El amor no hace mal a nadie y por tanto, satisface las demandas de Dios. Es la única ley que necesitamos”. En la Ley de Moisés no hay mandamiento para “amar como Dios nos amó”. El compendio e interpretación que el Señor hace del mandato de amar en esa Ley es:» Oísteis que fue dicho: “Amarás a tu prójimo y odiarás a tu enemigo”. Pero a continuación, Él da una perspectiva muchísimo más profunda del amor (Mt. 5:43 ss). Él demanda en el discípulo una imitación de Su gracia (amor a los enemigos, y no meramente amor inmerecido), y de Su providencia para con todos, malos y buenos (como una manifestación particular de Su bondad), que provienen de un amor mucho más elevado que el requerido en la Ley sinaítica.
EL AMOR NO ES UN PRINCIPIO LEGAL (2) La Ley mosaica no puede demandar un amor genuino, de calidad, en imitación al de Dios (1 Jn. 3:16; 4:7, 9, 11-12, 20-21, etc.), como el que Dios tuvo con los pecadores al enviar a Su Hijo al mundo de Sus enemigos (Jn. 3:16; 4:42; 1 Jn. 4:14), para salvar a algunos, entre otros motivos, porque ese amor no había sido plenamente revelado ni, por tanto, conocido por el ser humano (Ro. 5:5; Ef. 3:19; Fil. 1:8; Tit. 3:4; 1 Jn. 3:1, 16, 17; 4:7,9). Dice Dios que “la Ley por medio de Moisés fue dada, pero la gracia y la verdad, vinieron por medio de Jesucristo” (Jn. 1:29). ¿No señala esto un cambio drástico de dispensación? ¿No podemos percibir la abismal diferencia que hay entre lo uno, y lo otro? ¿Cómo es que queremos tener un pie en la Ley, y otro en la gracia? Decir que el texto de Ro. 13:9-10 es un llamado a colocarse bajo la Ley de Moisés, con el pretexto de que el hecho de amar ya es en sí un cumplimiento de esa Ley es una falacia. Una distorsión del Evangelio (y de la gracia de Dios). El mandamiento del amor que Dios requiere al cristiano no se halla en la Ley de Moisés, sino que es un mandamiento nuevo (Jn. 13:34): “Un mandamiento nuevo os doy: Que os améis unos a otros; como yo os he amado, que también os améis unos a otros”. Lo que está diciendo Ro. 13:9-10 es que, cuando uno ama con el amor de Dios en Cristo (que es el que conocen los creyentes de esta dispensación de la Iglesia), ya ha englobado (y superado) los requerimientos morales de aquella Ley (los que se hallan en el Decálogo, en sus secciones civiles, humanitarias, etc.). Y eso, sólo para los judíos, y quienes fuesen sus prosélitos. Decir que como el fruto del Espíritu es el amor, y quien ama cumple la Ley de Moisés, entonces el cristiano, que fue colocado bajo la gracia, debe apearse de ésta (pues no es posible andar en la ley y la gracia al mismo tiempo: ley y gracia no pueden mezclarse, Ro. 6:14; 11:6; Gá. 5:4), para situarse bajo la obligación de cumplir/obedecer la Ley de Moisés es una mera racionalización. Un argumento perverso (usa la falsa lógica, como por ejemplo hacen los católicos con su “devoción a la Virgen”, porque dicen que ella es la madre de Dios, porque lo es de Jesucristo, y Jesucristo es Dios). Primero se adhiere a, o fabrica un error doctrinal, y luego traza un camino aparentemente lógico para concluir en dicho error. Parte del error (que habita en su mente entenebrecida por el pecado, Hch. 26:18; Ef, 4:18) para señalar unas premisas artificiosas, con una falsa lógica, para tratar de llegar a su conclusión “inevitable”. La Ley es un pacto condicional, que Dios hizo con Israel únicamente (Dt. 28). La gracia es un pacto incondicional, para todo ser humano (Jn. 3:16; Ro. 3:21-23). La Ley dice “haz” (Ro. 10:5); la gracia dice: “cree” (Ro. 4; 10:10). Estar en la Ley es estar bajo maldición (Gá. 3:10). Es un sistema de esclavitud (Gá. 4:1-3). La Ley le dice al hombre lo que debe hacer (Ro. 10:5); la gracia, le dice lo que Dios ha hecho en Cristo (Ro. 5:8).
EL AMOR NO ES UN PRINCIPIO LEGAL (3) El amor no es un principio legal (un mandamiento de la Ley de Moisés, por ejemplo), sino “un mandamiento nuevo” (Jn. 13:43; 1 Jn. 2:8). Cumpliendo la Ley de Moisés, nadie puede amar con el amor de Dios en Cristo, que es solo por gracia. Pero, actuando con ese amor, sí se cumple con los mandatos morales de la Ley de Moisés. Y se sobrepasan (Jn. 1:17). El amor de Dios en Cristo no está al alcance de cualquiera, sino que es algo que caracteriza la conducta del que “ha pasado de muerte a vida” (1 Jn. 3: 10, 14-24). El verdadero creyente conoce, y practica (ejerce) un amor que el mundo, y el que es meramente religioso (una versión “sacralizada” de la carne) no conoce. El distintivo del verdadero discípulo de Cristo es ese tipo de amor, (Jn. 13:35). No el “amor legal”, sino el que el Espíritu de Dios produce en él, (Gá. 5:22-23). El cual no se puede producir obedeciendo ninguna ley (v. 23b). Ese “amor legal” (producto del deseo de “cumplir una norma”) es el que está entre líneas en 1 Co. 13: 1-3. Es algo fingido, no auténtico. Decir en un contexto inapropiado que andar en amor es estar cumpliendo la Ley de Moisés es un argumento tendencioso (retorcido), que puede llevar al error, y con seguridad confunde a muchos (que no tienen la vida de Cristo, y les desvía del verdadero evangelio; o de los que son inmaduros en la fe). No tiene en cuenta que el amor es algo santo, sublime y divino, que el hombre no puede producir (ni aún en su nueva naturaleza): ni el inconverso ni el creyente pueden generar este amor, sino únicamente Dios, Quien lo derrama por Su Espíritu en el cristiano (Ro. 5:5); y este amor genuino actúa solo como ejercicio de la fe (Gá. 5:6). Porque el amor es la naturaleza misma de Dios (1 Jn. 4:8,16). Conocer el amor de Cristo es la meta suprema del cristiano, que le permite ser lleno de toda la plenitud de Dios (Ef. 3:19; Fil. 3: 12.14). Pablo fue un genuino fariseo (separado del común de los otros judíos, que ya tenían la Ley de Moisés como norma de vida; y, a su vez, éstos ya estaban separados de los gentiles/paganos, por la “valla” que constituía la Ley, Ef. 2:14, cfr. Is. 5:5; Mt. 21:33; Mr. 12:1), bien instruido en esa Ley, y que tenía a Ésta por brújula y cénit de su vida. Hasta dijo de sí mismo que “en la justicia que es por la Ley, (era) irreprensible”. Pero, cuando conoció la gracia de Dios en Cristo, tuvo todo eso por basura (estiércol) (Fil. 3: 1-10). ¿Por qué si obedecer la Ley de Moisés es algo tan esencial (necesario) para los cristianos, Pablo se apartó de Ella tan drásticamente? ¿Por qué Pablo no siguió en/con la Ley de Moisés?
EL AMOR NO ES UN PRINCIPIO LEGAL (5) Así que si un judío (que practicaba la ley judaica) se convierte a Cristo, y se vuelve a colocar bajo la Ley de Moisés, se vuelve a esclavizar bajo” los pobres y débiles rudimentos”, vuelve a hacerse transgresor (Gá. 2:18), y se coloca bajo maldición (Gá. 2:4; 3:10; 4:9, etc.), y si el que lo hace es un gentil, que nuca estuvo bajo la Ley de Moisés, se vuelve a “los rudimentos del mundo” (Col. 2:8, 20). Si el amor fuese un principio legal, el Hijo de Dios hubiese muerto sin duda en cumplimiento de ese precepto. Pero no hay ningún mandamiento en la Ley de Moisés que le mandara a Jesucristo a morir por los pecadores. Él vino a dar cumplimiento a lo que estaba escrito en la Ley (el Pentateuco) y los Profetas acerca de Él (Mt. 5:17-18; Lc. 24:25-26, 44, etc.), en lo tocante a la redención/rescate de los pecadores que el Padre le había dado en la eternidad “pasada” (Mr. 10: 45; en Jn. 17: 2, 6, 9, 11, 12, 24, siete veces se refiere a éstos, hablando con Su Padre, como “los que me diste”). Pero no vino a obedecer la Ley de Moisés, como una regla para Su vida. De haberlo hecho (incluso en lugar de los pecadores que vino a salvar), no hubiera sido Dios, porque la Ley de Moisés lo único que hace es colocar un cartel de “prohibido” ante las tentaciones a pecar (las sugerencias e inclinaciones a pecar, que anidan en nuestra naturaleza caída, Ro. 7: 14-23; Stg. 2:14; 1 Jn. 1:8, y el Señor Jesús no tenía esa naturaleza caída: en Su corazón no había ningún tipo de “inclinación pecaminosa”, Mt. 15:19; Mr. 7:21), y Jesucristo, aunque tuvo una naturaleza semejante a la nuestra, no tenía pecado en ella (Ro. 8:3; He. 4:15), y por otro lado, “Dios no puede ser tentado por el mal” (Stg. 1:13).
EL AMOR NO ES UN PRINCIPIO LEGAL (4) La carne (el pecado en la carne, la vieja naturaleza heredada de Adán) no puede amar de verdad, ni sujetarse a ningún mandamiento moral de Dios, como por ejemplo los que hay en la Ley de Moisés (Ro. 8:7-8). Eso ya es evidente en el modo en que esta Ley fue formulada: sólo contiene mandatos negativos (prohibiciones), porque asume que el hombre en Adán, con su naturaleza caída, ajeno a la vida de Dios (muerto espiritualmente, Ef. 2:1; 4:18), y enemigo de Él y de lo bueno (Ro. 1:30; 5:10; Col. 1:21; 2 Ti. 3:3) no puede hacer nada “positivo” (bueno) ante Dios. Por eso la Ley de Moisés es una “ley de mínimos”, dada únicamente para el hombre mientras está en la esclavitud de su pecado (Jn. 8: 34). Es una ley dada a los “herederos, en tanto que son inmaduros, y en nada se diferencian de los esclavos” (Gá. 4:1-9). “Pero sabemos que la Ley es buena, si uno la usa legítimamente, conociendo esto: que la Ley no fue dada para el justo, sino para los transgresores y desobedientes, para los impíos y pecadores, para los irreverentes y profanos, para los parricidas y matricidas, para los homicidas, para los fornicarios, para los sodomitas, para los secuestradores, para los mentirosos y perjuros, y para cuanto se oponga a la sana doctrina” (1 Ti. 1: 8-10). Pero un cristiano es una nueva criatura, con una nueva naturaleza o vida (2 Co. 5:17; Col. 3:1-4; 1 Jn. 5:11,12, etc.), que nada tiene que ver con todo eso en lo que antes andaba (pecados, delitos o quebrantamiento de leyes [1 Jn. 3: 6,9], esfuerzos por agradar a Dios [poque todas nuestras “justicias” son un trapo de inmundicia ante Él, Is. 64:64; Ro. 6:21, etc.). Por eso, la Ley de Moisés no sólo NO es un medio para justificarse el pecador [producir justicia ante Dios (Ro. 3:19-20; Gá. 2:16, etc.), excepto “justicia propia” (Fil. 3:9), que alimenta el orgullo y la vanidad], ni tampoco para santificarse el cristiano (separarse del pecado propio, la carne, y del mundo, Ro. 1:17; Col. 2:6; He. 10:38), ni tampoco para adquirir sabiduría, sino que esas cosas el creyente ya las tiene “en Cristo”. Solo se obtienen al unirse a Cristo, por la fe; y solo se apropia de ellas, igualmente por el ejercicio de la fe (1 Co. 1:30; Col. 2:6; Jn. 15:4-6; etc.).
