Éramos 40 años más jóvenes. En Estocolmo recibíamos emocionados los casetes uruguayos. Y como podíamos las cantabamos para los demás. Nos daba vergüenza ponernos un nombre. Nos llamaba modelable Militantes que cantan. Lo que ganábamos era para las familias que tenían a prisioneros a algunos de sus familiares. Me emocioné al recordarlo.