El castillo de Edimburgo se yergue majestuoso y soberbio sobre una roca volcánica de más de 300 millones de años. Lo que otrora fue magma ardiente que salía disparado desde el núcleo, es hoy arquitectura de piedra, alzado de mitos, batallas y resistencias que explican la historia de Escocia.
La cima del castillo levanta su bravura hasta 130 metros sobre el nivel del mar. Por corazas dispone de empinados acantilados que dificultan la subida al enemigo. Sólo es accesible por una de sus cuatro caras, que en otros tiempos contaba además con un lago para mayor defensa.
El mayor problema lo representa su negruzca piel de basalto, que debido a su impermeabilidad dificulta el aprovisionamiento de agua en tiempos de asedio, a pesar de contar el castillo con varios pozos.
Las estatuas de Robert Bruces y William Wallace, héroes patrios, dan hoy la bienvenida al visitante e invitan al viajero a entrar en un castillo por el que antaño pusieron al tablero sus vidas.
La roca está habitada desde la Prehistoria, según han mostrado los restos arqueológicos, pero la existencia del castillo es muy posterior.
La construcción más antigua es la capilla de Santa Margarita, que data del siglo XII. Los historiadores han sugerido que previamente pudo existir una fortaleza construida principalmente en madera. La capilla de Santa Margarita no sólo es la construcción más antigua del castillo, sino de todo Edimburgo. Santa Margarita, conocida como la perla de Escocia, es una de las principales Santas del país. Fue una reina del siglo XI, caracterizada por la piedad y el cumplimiento de las ideas católicas. Encontró la muerte en 1093, pocos días después de recibir la noticia del fallecimiento de su marido, el rey Malcolm III.
El castillo cuenta con una sala denominada los “Honores de Escocia”, donde se encuentran las joyas de la corona y el cetro real. Además en esta sala está la famosa piedra de Scone, o piedra del destino, que es todo un símbolo de Escocia, pues es donde juran los reyes su cargo. La piedra fue arrebatada por el Rey inglés Eduardo I, a finales del siglo XIII para escarnio de los escoceses, y llevada a Londres, de donde regresó en 1996. La piedra de Scone remonta su origen al patriarca bíblico Jacob, quien supuestamente descansó sobre ella el día que tuvo el famoso sueño de la escalera.
Las joyas de la corona están en el Palacio Real, que da al patio principal del castillo, conocido como Crown (kraun) Square. Desde este patio se accede a otras estancias sobresalientes, como el Gran salón, que fue el principal lugar para las asambleas, aunque luego se convirtió en cuartel de tropas y hospital militar.
En frente del Gran Salón nos encontramos con el Memorial Nacional de la Guerra de Escocia, y al este de la plaza el edificio de la Reina Ana, que fue en otro tiempo cocinas que surtían al gran salón o albergue para funcionarios.
En la fortaleza, cobra también singular atractivo para el turista la contemplación del disparo de cañón de la una en punto. Todos los días, a excepción de los domingos y desde hace casi dos siglos, un oficial de artillería dispara, con una exhaustiva puntualidad británica, un cañonazo. Ello servía antiguamente para avisar a la gente de la hora que era, y para sincronizar todos los relojes.
Sobre estas paredes y pegando al Palacio real se encontraba la famosa torre del rey David, la primera gran torre del castillo. Aquí tuvo lugar la célebre Black Dinner o Cena Negra, en la que se violaron todos los pactos de hospitalidad y se terminó dando muerte a los hermanos del poderoso clan de los Douglas.
A partir del siglo XV el castillo destacó por ser el arsenal de armas de Escocia e incluso una propia fábrica de la más destacada tecnología de guerra. De aquel tiempo se levanta inexorable a la intemperie el Mons Meg, una de las bombardas más impresionantes de finales de la edad Media. Esta arma data de 1449 y fue Mandada a construir por Felipe III de Borgoña, para luego regalársela a al rey Jacobo II de Escocia.
La función del castillo como prisión también es reseñable, acogiendo a cautivos de la Guerra de los Siete años, Las guerras napoleónicas, la guerra de independencia americana o incluso las dos guerras mundiales.
Por todo esto y por mucho más que esconde entre sus paredes de historia y tiempo, el Castillo de Edimburgo no es sólo el monumento más visitado del país, sino que es además el símbolo de la nación.
20 авг 2018
