La secuencia empieza así: “Esta llamada no se puede completar”. Luego, irremediablemente, sale campante y a los ladridos “El Negro”, o “el Negrito”, como le dicen. Esa es la recepción en el Observatorio del Espacio Lejano, que el gobierno de China instaló en este lugar perdido de la Patagonia neuquina. Después de tocar un portero eléctrico, una voz informa que nadie contestará. Un perro perdido que se aquerenció en la garita y un policía amable que explica que no se puede entrar y que tampoco es posible pedir permiso son la recepción de uno de los lugares más secretos de la Argentina.
No es nada distinto a lo que sucede en millones de lugares privados, desde edificios, barrios o una fábrica cualquiera. La diferencia está en que desde ese portón de entrada a los edificios que están a unos 100 metros, en el corazón de “la base”, hay un abismo de distancia. Desde la garita donde están los policías locales hasta el predio hay barreras invisibles: la embajada de la República Popular China en la Argentina, el gobierno o el ejército de ese país, el People’s Liberation Army (Ejército Popular de Liberación, PLA) y el Control General de Seguimiento y Lanzamiento de Satélites de China (CLTC), que depende de la Fuerza de Apoyo Estratégico del PLA. Nadie sabe nada. Es un abismo de 100 metros.
“Nosotros no podemos decirles a ellos que vinieron a pedir permiso para entrar. Son ellos quienes nos informan los autorizados que pueden pasar, con documento y número de dominio. Pero no entra nadie, apenas el camión que les trae al agua”, dice una policía de la comisaría 36° de Bajada del Agrio, el pueblo más cercano a la base. El agua es el punto débil del lugar. Pese a los precisos cálculos sobre la localización del predio, nadie tomó en cuenta que el agua de la zona es salada y no es potable. Hay quienes dicen que resolvieron el asunto con una perforación, pero lo cierto es que el camión con agua para llenar las cisternas viaja habitualmente desde Las Lajas.
5 апр 2024