Mokusen Hiki vivía en un templo en la provincia de Tamba. Uno de sus seguidores se quejaba de la avaricia de su esposa. Mokusen fue a visitar a la mujer del seguidor y sostuvo su puño apretado ante su cara.
-¿Qué quieres decir? -preguntó la sorprendida mujer. -Supón que mi mano estuviera siempre así, ¿cómo la definirías? -Como deformada -replicó la mujer.
Entonces, él abrió la mano ante su rostro y le preguntó:
-Supón que estuviera siempre así, ¿cómo la definirías entonces?
-Sería otro tipo de deformación -dijo la mujer. -Si comprendes tanto -concluyó Mokusen-, eres una buena esposa. Entonces se fue. Después de su visita, esta esposa ayudó a su marido tanto a gastar como a ahorrar.
13 окт 2024