Pepe camina a paso rápido, saludando a derecha e izquierda, cuando percibe que un par de sombras lo esperan con una libreta y una cámara. «Pasad, pasad», dice, abriéndonos las puertas del restaurante.
A dos minutos para las diez de la mañana, el cielo de Poio está radiante y Casa Solla se despereza. La sala, utilizando la jerga profesional, todavía no está «montada», pero Pepe toma una cunca y una servilleta de tela y se ofrece a preparar una mesa para la entrevista. Termina mucho antes de que nosotros pongamos a punto el equipo. «El servicio no tiene nada que ver con lo de antes. Aquí, por ejemplo, nada de manteles», explica.
4 июл 2018