``Señor, aquel amor por quien forzado muriendo de mi mal hiciste enmienda, nos libre de tu ira y nos defienda. Mira padre amoroso, cuánto tenaz es esta mundana liga, y cómo el engañoso contrario... con mil lazos nos obliga, y el dulce con que cubre su enemiga por donde, si acontece que nos prenda tu blanda piedad a esto atienda. ¿Quién hay que no confiese, Señor, que son sin fin nuestras maldades? Mas si culpa no hubiese, ¿a dónde mostrarías tus piedades?, ¿en quién relucirían tus bondades? Las cuales, por que el hombre las entienda, no tomes a despecho que te ofenda. Tú, padre, nos lanzaste en este mar, y tú nos saca´ a puerto y si ya nos amaste, cuando el suelo te tuvo vivo y muerto, ámanos también hora, y nuestro tuerto a tu dulce perdón no ponga´ rienda, mas siempre más copioso en nos descienda.´´