En un rincón olvidado del vasto desierto del Sahara, donde las arenas doradas se extienden hasta donde alcanza la vista, existió una vez una civilización que veneraba a los gatos como a dioses. Era el antiguo Egipto, un reino de faraones y pirámides, donde el sol naciente bañaba las tierras fértiles del Nilo y el crepúsculo traía consigo las sombras misteriosas de los templos antiguos.
Allí, en medio de este paisaje de maravillas y secretos, vivió una pequeña gata llamada Bastet, en honor a la diosa que protegía a los hogares y a las familias. Bastet no era una gata común; su pelaje era de un negro profundo como la obsidiana, y sus ojos reflejaban el verde vibrante de las esmeraldas. Desde su nacimiento, Bastet había sido especial. En los patios de piedra del templo de Bubastis, donde se levantaban estatuas en su honor, Bastet jugaba con los rayos de sol, mientras los sacerdotes murmuraban oraciones en voz baja.
Música: Calcutta Sunset - E's Jammy Jams
28 авг 2024
