Antonio Aguilera pasó toda su adolescencia y su juventud entre la cantera y la construcción de aquella casa que obsesionaba a su padre. Los Aguilera estuvieron siempre solos en todas las tareas, excepto cuando hubo que transportar una losa de 7.000 kilos; entonces, 400 voluntarios echaron una mano. Aquella losa se convirtió, junto a 13 voluminosos sillones de piedra, en un símbolo de la Santa Cena, que preside el jardín de la casa.
Finalizaron las obras en mayo de 1960. Cuatro meses después ocurría la explosión del barreno, en la cantera de Hoyo Mendo, que dejó ciego a Antonio. "Entonces" dejó escrito El Gronzón, su padre "decidimos que fuera cicerone de la Casa de Piedra, para añadir una segunda originalidad a esta obra de artesanía, para hacerla más extravagante".Antonio Aguilera se conoce el edificio como la palma de la mano y lleva 24 años enseñándolo a los turistas, moviéndose jovial y ágil por las cinco plantas tres de ellas, subterráneas de la Casa de la Piedra. "Aunque por mi desgracia, he recibido propinas de hasta 1.000 pesetas", afirma, "este trabajo no me daba para vivir y tuve que compaginarlo con la venta de cupones". Recuerda con especial emoción el día en que Licinio de la Fuente, en 1971, entregó a su padre la medalla de oro del Trabajo, en reconocimiento a la labor de la familia Aguilera. Quedaba así subrayado el esfuerzo de 30 años acarreando piedras y colocándolas hasta lograr lo que es hoy uno de los monumentos más característicos de Porcuna.
En la actualidad habita la casa Encarnación Torres, de 81 años, madre de Antonio y viuda de Gronzón, que falleció hace tres. Tuvo siete hijos, de los cuales . uno se me quedó ciego, y otra, que también era una artista, murió de las bombas en la guerra". Rebosa orgullo de haber tenido un marido y unos hijos que "me han construido la casa más bonita del mundo", y echa en falta, como su hijo Antonio, una mayor afluencia de visitantes.
16 окт 2024