GOTA RESIDENCIA. 

La gota es una enfermedad inflamatoria crónica que se caracteriza por la acumulación de cristales de ácido úrico en las articulaciones, lo que puede causar dolor intenso y limitación de la movilidad. A continuación, se describen los aspectos clave relacionados con la epidemiología, factores de riesgo, fisiopatología, signos y síntomas típicos, diagnóstico y tratamiento de la gota:
Epidemiología: La gota afecta a entre el 1% y el 2% de la población en los países desarrollados, y es más común en hombres que en mujeres. La enfermedad puede aparecer a cualquier edad, pero es más frecuente en personas mayores de 40 años.
Factores de riesgo: Los principales factores de riesgo para la gota incluyen la dieta rica en purinas (presentes en alimentos como las carnes rojas, el marisco y las bebidas alcohólicas), la obesidad, la hipertensión arterial, el consumo de ciertos medicamentos y la predisposición genética.
Fisiopatología: La gota se produce por la acumulación de cristales de ácido úrico en las articulaciones, lo que provoca una respuesta inflamatoria del sistema inmunológico. El ácido úrico es un producto de desecho del metabolismo de las purinas que normalmente se elimina por la orina, pero en algunos casos puede acumularse en exceso en el cuerpo.
Signos y síntomas típicos: Los síntomas más comunes de la gota son dolor, inflamación y enrojecimiento en una o varias articulaciones, principalmente en el dedo gordo del pie. También pueden presentarse fiebre, escalofríos y malestar general.
Diagnóstico: El diagnóstico de la gota se basa en la presencia de los síntomas típicos, así como en la detección de niveles elevados de ácido úrico en la sangre. Además, se pueden realizar pruebas de imagen (como radiografías o ecografías) y análisis de líquido sinovial para confirmar la presencia de cristales de ácido úrico en las articulaciones.
Tratamiento: El tratamiento de la gota tiene como objetivo reducir el dolor y la inflamación, prevenir la formación de nuevos cristales de ácido úrico y evitar la progresión de la enfermedad. El tratamiento puede incluir cambios en la dieta (como la reducción del consumo de alimentos ricos en purinas y la limitación del consumo de alcohol), la administración de medicamentos (como los antiinflamatorios no esteroideos, los corticosteroides y los medicamentos que reducen los niveles de ácido úrico en la sangre), y la utilización de terapias complementarias (como la acupuntura o la fisioterapia).