Cinco músicos con distintos trasfondos vitales quedan regularmente para hacer jam sessions, a través de las cuales trabajan en sus problemas personales y traumas improvisando música.
Sobreactuado y mal dirigido, deshonesto (o muy atrevido para la capacidad de controlar y manejar la narrativa). Prevalece la sensación de algo de aficionados. Lo peor es la propia temática elegida, cuesta creer que ese abordaje a la música sea poco más que lejano, porque es falto, pretendido y tan alejado del tema como la cita a Whiplash. Apenas algún plano decente, algún gesto creíble e iluminación buena, ésto me parece que es el único mérito que le reconozco, porque la banda sonora es dolorosa: molesta. Así que acaba resultando una de esas cosas que se lo dejan en bandeja a los ignorantes cuando se defienden del feísmo como categoría que añade valor y rango a lo contemporáneo (que, en todo caso, sería a lo contemporáneo de justo después del 68). Lo malo es que aún hay algo peor que lo desgarbado: lo chapucero o lo que todavía no se es capaz de resolver. Tiene un parecido a bastante del jazz local: que cuando se expone parece que el artista actúa por por primera o por última vez y te lo tiene que contar todo, aunque en este caso a la melodía le falta de nitidez, los solos son un collage y no se ha calculado bien los compases impuestos de los que se dispone y quedan apelotonadas tantas notas, y encima no añaden nada nuevo. A mí me gusta la medicina, por suerte no la ejerzo, lo malo de que todos podamos realizar cosas es que se acaba sustanciando alguna.