En esta segunda parte de nuestra exploración sobre el concepto del infierno, profundizaremos en lo que la Biblia nos dice sobre lo que sucede con el cuerpo y el alma después de la muerte. La Biblia nos ofrece una perspectiva clara, aunque a menudo malinterpretada, sobre la naturaleza de la muerte y el destino final de los seres humanos. Es esencial comprender lo que realmente nos enseñan las Escrituras para evitar malentendidos comunes y doctrinas incorrectas que han surgido a lo largo del tiempo.
: Primero, hablemos sobre lo que ocurre con el cuerpo físico. En Génesis capítulo tres, versículo diecinueve, se nos dice: "Con el sudor de tu rostro comerás el pan hasta que vuelvas a la tierra, porque de ella fuiste tomado; pues polvo eres, y al polvo volverás." Este pasaje es crucial porque nos muestra que, cuando una persona muere, su cuerpo regresa a la tierra, descomponiéndose y volviendo al polvo del cual fue formado originalmente. Este es un recordatorio de la naturaleza transitoria de nuestra existencia física y nuestra mortalidad.
Sin embargo, la Biblia también menciona el "aliento de vida" que Dios dio al hombre cuando lo creó. Este aliento, o espíritu, es lo que dio vida al cuerpo físico. Eclesiastés capítulo doce, versículo siete nos aclara lo que sucede con este espíritu cuando una persona fallece: "Y el polvo vuelva a la tierra, como era, y el espíritu vuelva a Dios que lo dio." Aquí vemos que el espíritu o aliento de vida no es un ser consciente que continúa viviendo después de la muerte; en lugar de eso, es la fuerza vital que Dios otorgó al ser humano y que regresa a Él cuando alguien muere.
Esto contradice la creencia popular de que el alma continúa en un estado consciente después de la muerte. Ahora, abordemos la idea de la inmortalidad del alma, que ha sido ampliamente discutida y malinterpretada a lo largo de los siglos. Ezequiel capítulo dieciocho, versículo cuatro es contundente al decir: "He aquí que todas las almas son mías; como el alma del padre, así el alma del hijo es mía; el alma que pecare, esa morirá." Este versículo subraya que las almas no son inmortales en sí mismas; pueden morir y dejar de existir. Este es un punto clave que a menudo se pasa por alto en discusiones sobre la vida después de la muerte.
: La confusión aumenta cuando consideramos el concepto de un infierno eterno. Algunos interpretan pasajes como Mateo capítulo veinticinco, versículo cuarenta y uno, que dice: "Entonces dirá también a los de la izquierda: Apartaos de mí, malditos, al fuego eterno preparado para el diablo y sus ángeles," como una referencia a un lugar de tormento sin fin. Sin embargo, cuando examinamos cuidadosamente este y otros pasajes, queda claro que el "fuego eterno" está destinado a la destrucción completa del mal, no a la tortura interminable de las almas humanas.
Es fundamental entender el contexto en el que estas palabras fueron pronunciadas y a quiénes estaban dirigidas. En este punto, es importante recordar que Jesús a menudo utilizaba parábolas, historias con significados profundos, para enseñar lecciones espirituales. Una de las parábolas más conocidas es la del sembrador, en Mateo capítulo trece, versículos del uno al veintitrés. En esta parábola, Jesús compara la palabra de Dios con semillas que caen en diferentes tipos de suelo, representando cómo las personas reciben y responden al mensaje divino.
: Sin embargo, estas parábolas pueden ser confusas si no se interpretan correctamente. Por ejemplo, en la parábola del trigo y la cizaña (Mateo capítulo trece, versículos del veinticuatro al treinta), Jesús habla de cómo el trigo (los justos) y la cizaña (los malvados) crecerán juntos hasta la cosecha final, cuando serán separados. Aquí, el "fuego" en el que se quema la cizaña simboliza la destrucción del mal, no un lugar de tortura eterna. Este uso de lenguaje simbólico es frecuente en la enseñanza de Jesús.
: Esto nos lleva a la necesidad de estudiar las Escrituras con cuidado y, a veces, buscar la ayuda de personas más versadas en su interpretación. Dios es un ser de amor y misericordia, y la Biblia lo refleja en numerosos pasajes. Segunda de Pedro capítulo tres, versículo nueve, nos recuerda: "El Señor no retarda su promesa, según algunos la tienen por tardanza, sino que es paciente para con nosotros, no queriendo que ninguno perezca, sino que todos procedan al arrepentimiento." Este versículo destaca que el deseo de Dios no es castigar eternamente a nadie, sino dar a cada persona la oportunidad de arrepentirse y ser salvada.
: La paciencia y la misericordia de Dios son inmensas, y Él siempre está dispuesto a recibir a aquellos que se vuelven a Él. Finalmente, debemos considerar cómo la Biblia describe a los que se pierden. Son
18 сен 2024
