Cuesta entender al presidente Gustavo Petro. Por lo que dice que luego dice que no dijo y también por muchas decisiones que toma y porque en su discurso habla de acuerdos nacionales y política del amor mientras en el día a día contribuye a difundir la rabia y promover la confusión. No es el único que lo hace y ese es un problema mayúsculo en un país de muchos problemas: los liderazgos han perdido asertividad y hoy cuesta seguir la pista real de los asuntos públicos en medio de debates superfluos.
Con muy contadas excepciones, contribuyen a la confusión que hoy vivimos muchos líderes de distintos sectores. Unos porque apuestan a defender al Gobierno y pasan por alto sus errores y los delitos de algunos funcionarios, otros porque quieren decir que Colombia está peor que nunca, cuando este ha sido siempre un país que sobrevive en el límite de todo. Corrupción, guerra, muerte, ineficiencia, fracaso del Estado, inequidad. Todo eso es parte de la historia, como lo es también la búsqueda de alivios, las mejoras, los logros, los pequeños o grandes triunfos sobre los siempre infinitos problemas. El ruido, sin embargo, no permite entender la historia, ni el contexto, ni el presente, ni el de donde venimos ni para dónde vamos.
Comparto una columna-desahogo que escribí para el periódico El País en su edición América Colombia
3 июн 2024