Hasta hace no muchos años, la presencia indígena más constante y conocida en la Ciudad de México era la de "las marías". Se las veía por las esquinas vendiendo chicles, mazapanes y pepitorias, cuando no malbaratando alguna artesanía o nada más extendiendo la mano en busca de limosna. Estas mismas mujeres, víctimas de discriminación, malos tratos y desprecio, venidas en su mayoría de pueblos mazahuas del Estado de México, fueron capaces de adaptar sus usos y costumbres para organizarse socialmente y exigir, antes que nada, un derecho fundamental: la vivienda digna.
Su trabajo, al igual que lo hacían en las calles, fue constante y poco a poco fueron logrando ser escuchadas. Hoy, han conseguido predios para sus familias y son ellas las encargadas de preservar la lengua mazahua entre sus hijos y nietos dentro de un ambiente tan adverso como la Ciudad de México.
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5 сен 2022
