Me llama la atención que nos escandalizamos (estoy en colombia) por el gesto de Dalai Lama o el tráfico de menores en hollywood (personajes de los que tenemos noticias pero que no conocemos ni vamos a conocer) de tal forma que perdemos de vista la forma en que entendemos y gestionamos nuestra noción de la infancia y la vida de los que llamamos niños en nuestro entorno inmediato. Desaparecen lejanía y cercanía.
Su éxito viene de su accesibilidad. Un lector medianamente cultivado puede adentrarse en ciertas cuestiones a vista de filósofo sin ahogarse en terminología o referencias totalmente desconocidas para el que no está versado en la materia. En cierto modo consigue atraparte con una línea discursiva tentadora, que quizá a veces, con gran frecuencia diría, se antoja bastante primaria, es decir, sin mucha vuelta de hoja, casi como una trampa para atrapar la connivencia del lector. Como cuando uno dice “los políticos son unos ladrones” o cosas del estilo. No obstante, creo que ha hecho esa accesibilidad y cercanía en el lenguaje (suponiendo que ocurra lo mismo en la versión original en alemán) una virtud, haciendo atractiva al lector la propia filosofía. Al final no deja de ser un ensayo, así que muchos de los planteamientos de B Ch Han bien los puedes abrazar o bien tirar a ese fuego comunitario al que tanto apela. A mí me parece interesante y estimulante en la medida en que me hace reflexionar sobre ciertas cuestiones de actualidad, especialmente esa tendencia en la clase política de preocuparse en fabricar relatos, acaso metarelatos en la medida en que se anuncian como tal y ya el propio anuncio conforma un relato. También el relato como alternativa contrapuesta a la realidad (“dato mata relato” dicen algunos). En fin, no todo va a ser Critica de la Razón Pura o Ser y Tiempo.