PETIT RICOCHET desde París, por MP. Neutralidad, abstinencia, asociación libre, atención parejamente flotante, lugar del muerto, distancia, ajenidad, indolencia, indiferencia, crueldad, sugestiones normalizantes y pasivizantes, reconocimiento institucional, caricatura del analista... La «a-neutralidad»: el analista opera no en tanto objeto «a» de su fantasma (prejuicios morales, ideales, goces que enmarcan su realidad), sino orientado por la experiencia (siempre singular) de la imposibilidad de colmar la brecha entre significante y cuerpo. «Una política no partidista» y más allá de técnicas y métodos, una ética: «dejarse llevar por lo que pide el caso». Para que el psicoanálisis pueda «seguir vivo» y que «la afectación de la escucha» no devenga un «abuso de poder»: permitir a un ser hablante inventarse un lazo social inédito, comprometido con el contexto particular de su época. En implacable ritmo desaparecen «las últimas cosas». Sin embargo, con sus indelebles marcas borradas suspendidas en el tiempo, los humanos inventan historias, ficciones, literatura, anudamientos.