Si llueve en el desierto y el río más caudaloso del mundo baja de nivel algo está pasando. En los últimos días varias noticias alertan otra vez sobre el clima extremo. Una de las más sorprendentes da cuenta de fuertes lluvias en el Sahara en donde se han vivido emergencias porque en la zona no están preparados para los aguaceros. Desde Brasil, mientras tanto, se reporta la mayor sequía vivida en los últimos setenta años. En Colombia hay incendios, vendavales y la posibilidad de que se haga más intenso el racionamiento de agua. Surge de nuevo la pregunta sobre si estamos preparados para atender las consecuencias de los picos de clima extremo. ¿Hay recursos suficientes para atender las emergencias?
No importa cuántas veces se diga, hay que repetirlo y repetirlo: los picos de clima extremo serán cada vez más frecuentes, más largos o sorpresivos y por eso hay que diseñar planes más contundentes de prevención y mitigación de sus efectos. Los modelos climáticos que permiten hacer pronósticos tienen hoy más dificultades para acertar porque las llamadas “anomalías climáticas” generan impactos en cadena, muchas veces imprevistos. Ante este panorama se sienten muy menores las peleas que ocupan a nuestros líderes políticos. Mientras ellos gritan “el rancho ardiendo”.
Columna para El Espectador
4 окт 2024