Yo leía tu contraportada del Diario, con mucha honra, y al carallo. Siempre recuerdo lo de aquella famosa gitana, que le caían monedas en la mano no por leerte el porvenir, todo lo contrario, para que no lo hiciera, y te dejará pasar sin maldición. De chaval me daba pavor, con el tiempo, había de reconocerle las formas de aquello, como una de las bellas artes.