Llené de abrojos la desdentada tierra
que me roía la raíz
con un cepo en la siniestra,
en la diestra un tamboril
y la portezuela abierta.
Tú dices que te duele el tiempo...
¡Ay! Más me duele a mí,
que me cuelga del pescuezo.
Su llanto de badajo viejo
manará febril...
Y a tomar por culo todo lo que fui.
He mancillado tanto papel mojado
que voy ciego de humedad,
perdido como La Parrala,
con vinagre en el cantar
y beoda la mirada.
Tú dices que te insulta el viento...
¡Ay! Más me duele a mí,
que lo añoro y no lo encuentro
para que sople en mis adentros,
fuera del carril, avivando el paso lento.
Pero la noche devoró las velas,
se empachó de cera y, antes de marchar,
en el suelo me dejó monedas,
el calostro de los bares
y un piropo de ramera.
Los aguadores se fueron despidiendo...
¿Ahora quién me silbará
cuando me salgan al encuentro,
para hacerme tropezar,
los corceles del recuerdo?
Tú dices que te hiere el sueño...
¡Ay! Más me duele a mí,
que me agrieta si me empeño
en desterrarlo del espejo,
para sonreír y que esperen los infiernos.
4 окт 2024