No nos pertenecemos a nosotros mismos: por tanto, ni nuestra razón ni nuestra voluntad deben regir nuestros actos y nuestros pensamientos. No nos pertenecemos a nosotros mismos: por tanto, no nos propongamos buscar lo que pueda ser agradable a nuestra naturaleza carnal. No nos pertenecemos a nosotros mismos: por tanto, en la medida de lo posible, olvidémonos de nosotros mismos y de las cosas que son nuestras.
Por otra parte, somos de Dios: vivamos y muramos, pues, para Él (Rm 14,8). Somos de Dios: por tanto, que su sabiduría y voluntad presidan todas nuestras acciones. Somos de Dios: a Él, pues, como único fin legítimo, se dirija toda nuestra vida (Rm 14,8; 1Co 6,19).
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Narración y traducción realizada por Audio Lectura Cristiana.
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30 июн 2024
