La fractura de pelvis se produce por un trauma de alta energía, como accidentes automovilísticos, caídas desde gran altura o accidentes deportivos. El mecanismo involucra fuerzas de compresión y de cizallamiento que actúan sobre la pelvis.
Las características clínicas incluyen dolor intenso, deformidad, equimosis, hemorragia interna, y en algunos casos, signos de lesión de órganos internos. La clasificación de la fractura de pelvis se basa en la estabilidad del anillo pélvico y la presencia o ausencia de desplazamiento y fragmentación de las fracturas. Se pueden clasificar en fracturas estables e inestables, y se dividen en tres tipos principales según la localización: fracturas de la rama iliopúbica, fracturas del anillo pélvico y fracturas de la articulación sacroiliaca.
El diagnóstico se basa en la historia clínica, examen físico y radiografías de la pelvis. En algunos casos, se pueden requerir otras pruebas de imagen, como tomografías computarizadas o resonancias magnéticas.
El manejo depende del tipo y gravedad de la fractura, pero generalmente se recomienda la estabilización del paciente y el control del dolor. Las fracturas estables se manejan de forma conservadora, mientras que las fracturas inestables y las que presentan desplazamiento pueden requerir cirugía, como la fijación interna o la estabilización externa. Además, se debe prestar atención al control de la hemorragia, la prevención de complicaciones respiratorias y la profilaxis de la trombosis venosa profunda. La rehabilitación también es esencial para recuperar la función del paciente después de la fractura de pelvis.
13 май 2023