Emily, una joven oficial de policía, pero ya marcada por los años de servicio, caminaba por esas calles con una expresión concentrada. Su uniforme, siempre impecable, contrastaba con el cansancio reflejado en su rostro. Era conocida por su rigidez, por seguir las reglas al pie de la letra, sin dejar margen para errores. Había mucho en juego, no solo su carrera, por la que había luchado para construir, sino también el legado de una familia de policías a quienes nunca quiso decepcionar.
Mientras caminaba, algo llamó su atención. Diego. Negro, alto, con una presencia imponente, su postura irradiaba confianza. Examinaba los vehículos con una mirada clínica, como si estuviera evaluando más que solo motores y carrocerías. Sin embargo, para Emily, todo aquello parecía sospechoso. La tienda estaba vacía, y el hombre estaba solo. ¿Qué estaría planeando?
Con pasos firmes, Emily se acercó a la tienda. "Buenos días", dijo Emily con una voz dura, casi mecánica. Diego, aún sin alterarse, respondió educadamente, pero la tensión ya comenzaba a acumularse en el aire. Emily lo interrumpió antes de que pudiera continuar: "¿Puedo saber qué está haciendo aquí? ¿Está buscando algún coche en específico o está planeando algo más grande?"Emily, impaciente con el silencio de Diego, continuó presionando: "¿Está planeando robar estos coches o forma parte de un esquema mayor?" Sus palabras cortaban el aire como cuchillos, y Diego, luchando por mantener la compostura, se dio cuenta de que ella no estaba dispuesta a escucharlo. Sentía la injusticia ardiendo dentro de sí, un sentimiento con el que ya estaba familiarizado a lo largo de su vida y carrera, pero que nunca había aceptado. Él era un agente del FBI, en una operación delicada, y ahora estaba siendo tratado como un criminal común por una oficial que no se molestaba en escuchar ni entender la verdad.
"Mire", comenzó Diego, con una voz firme, pero controlada, "está cometiendo un error. Estoy aquí por trabajo, y no le debo nada."
Emily lo interrumpió sin siquiera intentar escuchar. "¿Trabajo? ¿En una tienda de autos deportivos de lujo, solo, observando todo como si estuviera planeando algo? No parece que esté en un trabajo legal."
"¿De verdad quiere hacer esto?", preguntó Diego, su tono ahora levemente amenazante, tratando de advertirle implícitamente que estaba cometiendo un gran error. Emily, sin embargo, no lo percibió o no quiso percibirlo. La urgencia de resolver ese "caso" crecía en su mente. Para ella, Diego no era un agente del FBI encubierto, sino un criminal que debía ser detenido de inmediato.
"Aquí hago yo las preguntas", disparó Emily, elevando el tono de voz. "¡Ahora, manos donde pueda verlas!"
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9 окт 2024
