El 6 de julio del 2024 participamos del retiro, facilitado por el P. Benjamín Ramos, scj.
El objetivo de las comunidades religiosas en nuestras Iglesias no es preservar el pasado. Es importante recordar las raíces y alimentar los valores del pasado para mantener vivo el carisma, pero nadie entra en la vida religiosa para mantener lo pasado. El mundo y la Iglesia necesitan un carisma para hoy, que inquiete, estimule y comunique Evangelio, Buena Noticia de Dios, a los hombres y mujeres de nuestros tiempos.
El objetivo de la vida religiosa no es tampoco sobrevivir. Sería indigno de este carisma y de su inspiración más profunda. Nadie está en la vida religiosa para ayudarla a sobrevivir. Corremos, sin embargo, el riesgo más o menos consciente, de hacer hoy de la supervivencia el objetivo secreto o la orientación subliminal de fondo. Pero “sobrevivir” o “prolongar la situación” sólo conduce a la pasividad y resignación, no a la creatividad y la audacia profética que exige hoy la evangelización.
Una cosa es clara: hemos de actuar movidos no por el instinto de conservación, sino por Espíritu del Resucitado, alma de la Iglesia. Nuestros talentos se están reduciendo. Pues bien, aunque nos quedemos con un solo talento, no es para enterrarlo y conservarlo seguro, es para hacerlo fructificar. Nuestro problema hoy no es “tener pocos talentos”, sino ver qué hacemos con ellos.
El objetivo no es tampoco hacer algo, lo que sea, configurar el futuro, buscar recetas concretas. Nadie tiene hoy la receta. Nadie conoce el futuro. Sólo sabemos que se está gestando ahora, en el presente.
No es el momento de caer en la impaciencia buscando hacer algo, lo que sea, como sea, de forma ligera y sin suficiente discernimiento, apremiados por un futuro incierto. Es importante reflexionar, proyectar, impulsar nuevas formas y caminos, pero todo ello ha de nacer de un espíritu nuevo, de una santidad nueva.
No es el momento de caer en la impaciencia buscando hacer algo, lo que sea, como sea, de forma ligera y sin suficiente discernimiento, apremiados por un futuro incierto. Es importante reflexionar, proyectar, impulsar nuevas formas y caminos, pero todo ello ha de nacer de un espíritu nuevo, de una santidad nueva.
La verdadera tarea de los religiosos y religiosas es hoy vivir con hondura y verdad su propio carisma, su ser de religiosos en la hora presente.
Nuestro verdadero problema no es el envejecimiento de las comunidades o el descenso de vocaciones, sino la mediocridad y la falta de santidad en estos tiempos de incertidumbre. Es el momento de reavivar el fuego. La hora de despertar la determinación de ser auténticamente religiosos. Ésa ha de ser la orientación de fondo. Sólo desde ahí podrán los religiosos poner su aportación original e insustituible en las iglesias diocesanas. Si esto queda claro en el seno de las comunidades y en el corazón de los religiosos, será muy fácil luego reavivar, proyectar, crear o abrir nuevas formas y cauces de colaboración en la acción pastoral y evangelizadora.
Lo decisivo no es el número, sino la calidad de vida evangélica que puedan irradiar las comunidades: la fe gozosa, la adhesión apasionada a Jesucristo, la alegría interior, la amistad fraterna, la cercanía a las víctimas, la austeridad sana y liberadora, la ternura cristiana que puedan transparentar y contagiar.
PASOS QUE LA VIDA CONSAGRADA DEBE DAR PARA REINVENTAR LA COMUNIÓN
1.- Pasar de lo que yo quiero a lo que Dios quiere.
2.- Pasar del individualismo a la Fraternidad.
3.- Pasar de la dispersión que mata a la unidad que da vida.
4.- Pasar de tener poder y seguridad a ser pobres.
5.- Pasar de una desintegración afectiva que nos deshumaniza a la integración que nos hace personas y hermanos.
14 авг 2024
