EL SEXTO MANDAMIENTO
P. Israel J. Rodriguez
“No cometerás adulterio” “No cometerás actos impuros.” Dios, que es Amor, ha creado nuestro ser por amor y para amar. El cuerpo es el vehículo del amor, a través del cual podemos hacer una entrega sincera de nosotros mismos. La sexualidad está al servicio de la vocación del amor, como expresión de donación y entrega total al otro. Su contexto es el matrimonio, comunidad de amor y vida. Su propósito es “la unión de los esposos, abierta a la vida.” Todo acto que niega este propósito o se sitúa fuera de su contexto, es inmoral y rompe el sentido profundo de la sexualidad.
La virtud de la castidad nos ayuda a orientar todo lo pertinente a la sexualidad hacia la dignidad de la persona y el sentido verdadero del amor. Nos ayuda a no instrumentalizar el cuerpo. Nos preserva de la ceguera espiritual y nos conduce hacia la recta intención y el discernimiento.
En la Escritura, el adulterio muchas veces estaba relacionado con la idolatría. No adulterar, no es solamente no acostarse con la mujer del prójimo. Abarca también la dimensión espiritual, de la renuncia a los ídolos y la fidelidad a Dios.
Existen dos vocaciones fundamentales: la virginidad/celibato por el Reino de los Cielos, y el Matrimonio. Ambas expresan el carácter esponsal del cuerpo, es decir, el cuerpo está diseñado para la entrega del don de sí.
La gracia de Dios y su perdón hacen posibles la vivencia de la sexualidad en Cristo, como una acto de adoración para glorificar a Dios con nuestro cuerpo.
22 сен 2024
