Está tan ocupado que es complicado encontrarle. Pero apenas contesta el teléfono y explica cuál es su agenda, todo se disipa: este 2015 ha trabajado en cinco películas: La Espera, Presos, Monstruos Fábula de una conspiración, El último aliento y La caravana de Gardel.
Y a eso se le suman también otros proyectos como Antrophos y Tiempo perdido, la obra teatral Reflejos, que está en cartelera en el teatro Odeón y Siempreviva, por supuesto. Pero tanta ocupación en el cine tiene un balance insospechado en la obra del actor nacido en Ibagué: a pesar de que cada elección que hace la toma con la conciencia de que debe ser útil para su oficio, también lo ha llevado a entender mejor su país. Aunque a veces ver de frente la realidad le haya resultado insoportable.
Cuando rodó La caravana de Gardel tuvo que viajar a Buenaventura y conocer cómo la pleamar se llevaba las ilusiones y traía un mar contaminado de pobreza a los habitantes de ese municipio del Pacífico colombiano. Ver la contundencia de la miseria le doblegó el corazón y le cuestionó sobre este país de vidas frustradas e infinitas tragedias.
“En ese momento quise irme del país, abandonar este lugar que causa tanto dolor y comenzar en otro lado. Me iba a ir con mi chica y mi hija porque estaba atosigado de tristeza y de trabajo, pero entonces surgió Siempreviva y decidí quedarme. Porque este es un país sin memoria y este proyecto me conectaba con lo que siempre he querido hacer: obras que marquen y dejen huella”.
1 окт 2024