Esta es mi historia, la historia de Nicodemo, un fariseo respetado y miembro del Sanedrín. Toda mi vida estuve dedicado al estudio de la Ley, profundamente arraigado en las tradiciones y enseñanzas de mi pueblo. Sin embargo, en mi interior siempre había una inquietud constante, una búsqueda insaciable de la verdad. Aunque mis colegas fariseos veían a Jesús como una amenaza, un impostor que desafiaba nuestras creencias, algo en mí se sentía intrigado por sus enseñanzas y por los milagros que se contaban de Él.
Una noche, movido por esa inquietud que no me dejaba en paz, decidí buscar a Jesús en secreto. Temía las repercusiones que esto podría tener en mi posición, pero más fuerte era el deseo de encontrar respuestas. Al encontrarme con Él, Jesús me habló de la necesidad de nacer de nuevo. No entendí de inmediato, pues estaba acostumbrado a interpretar la Ley de manera literal y rígida. Pero Jesús, con una paciencia que nunca olvidaré, me explicó que hablaba de un renacer espiritual, de una transformación interna esencial para ver el reino de Dios.
Ese encuentro marcó el comienzo de un viaje profundo dentro de mí mismo. Aunque me fui de allí confundido, también sentí que había encontrado algo real, algo que trascendía todo lo que había conocido. Mi búsqueda de la verdad ya no podía detenerse.
Poco después, durante la fiesta de los tabernáculos, el Sanedrín se reunió para condenar a Jesús. En ese momento, sentí que debía hacer algo, que no podía quedarme callado. Cuestioné la legalidad de juzgarlo sin antes escucharlo, y aunque mis palabras fueron ridiculizadas, supe que había hecho lo correcto. Era un pequeño paso hacia la defensa de la verdad.
La crucifixión de Jesús fue un golpe profundo para mí. Verlo sufrir y morir de esa manera fue devastador. Junto con José de Arimatea, otro discípulo en secreto, pedí a Pilato que nos permitiera retirar su cuerpo. Llevé una mezcla de mirra y áloe para ungirlo, siguiendo nuestra tradición, pero en mi corazón sabía que estaba haciendo más que cumplir un deber religioso; estaba honrando a un hombre que había comenzado a transformar mi vida. Este acto de respeto y devoción simbolizó mi reconocimiento de la verdad que Jesús había traído al mundo.
Con el tiempo, llegué a comprender plenamente lo que Jesús me había enseñado. Experimenté en mi propio ser ese nuevo nacimiento del que hablaba, una transformación espiritual que cambió completamente mi manera de vivir. Mis antiguas maneras de pensar quedaron atrás, y comencé a vivir guiado por el amor, la justicia y la fe en Cristo.
Hoy, puedo decir con certeza que he nacido de nuevo. Mi vida ya no está definida por las antiguas interpretaciones sin vida, sino por la experiencia viva del amor de Dios manifestado en Jesús. Ser su seguidor me ha llevado a una relación profunda y transformadora con Dios, una relación que nunca hubiera imaginado. Mi historia es un testimonio de que la verdad, cuando es buscada con sinceridad, tiene el poder de cambiarlo todo.
13 сен 2024
