Ugetsu Monogatari Cuentos De La Luna Pálida De Agosto Dirección Kenji Mizoguchi Fecha de estreno: 26 de marzo de 1953 (Japón) cine japonés subtitulado al español
Todo el cine de Kenji Mizoguchi se rige por la expresión máxima de los elementos del espacio y los sentimientos a través de la cámara para lograr la composición estética definitiva, independientemente si con ello incluía o excluía algún discurso moralizador. Siempre perseguía esta perfección cual alquimista que busca el secreto del mundo. Su técnica en "Cuentos de la Luna Pálida" ciertamente la persigue, pues el encadenamiento de las secuencias, por ejemplo, no responde nunca a leyes narrativas tradicionales o de orden literario; su estructura obedece a las modulaciones de la poesía o de la música. Él mismo admitía que "La imagen debe poder expresar la sensación del olor y la del tacto, y una película ha de poder ser otra cosa que la mera expresión psicológica. Es necesario que las palabras y los gestos correspondan exactamente al sentimiento de los personajes; es necesaria la emoción, no el comentario". Pero el director también demostraría una habilidad envidiable para encadenar los hechos en su sucesión y ofrecer siempre el reflejo, el fantasma de lo ya observado para quebrar la realidad y luego volverla a su espejo, a la verdad de una sola existencia tangible. Tal experiencia, en todo el sentido del término, ante lo invisible, se comprende perfectamente en esta obra. De este modo veremos cómo a cada escena le corresponde otra semejante en su temática, aunque diferente en su forma. Habrán dos asesinatos con lanza (el de Miyagi y el de un soldado que Tobei mata de forma cobarde), dos apariciones de espíritus (la de Wakasa y la de Miyagi al final), dos premoniciones de muerte y amenaza (la del hombre moribundo en la barca y la del sacerdote), dos viajes a la ciudad; incluso el alfarero hará girar dos veces su torno (la primera junto a su esposa, la segunda en solitario aunque acompañado de la presencia espiritual de ésta), etc.. A cada movimiento responde el mismo movimiento en sentido contrario; así en la introducción y el epílogo, la llegada al mercado. Cada gesto, cada movimiento que ordena el director es la formulación de un prejuicio, una prerrogativa sobre la existencia del universo; el primer acto consistiría en aceptarlo con resignación o indiferencia, por el contrario, Mizoguchi va al encuentro del error (el abandono, la infidelidad, la traición, la mezquindad) y lo borra al regresar. Con esta ida y vuelta sustituye la nada por aquello que podamos considerar al menos como la presencia de la nada...