Era el México fecundo y florido que embriaga de felicidad a Latinoamérica con la música, el cine, el arte. lasrima que el PRI y otras yerbas menguara su belleza, que hoy parece renacer. gracias por estas bellas canciones
Hermosa canción creci Veracruz puerto y mi papá ponias los discos de Agustín Lara, los domingos ,nos quedaba muy cerca su casa del Maestro en Costa Verde cerca del Boulevard, una vez lo vimos en los portales. A que tiempos.
Dos grandes de la canción mexicana, época de oro de México, en el cine, la música, el arte. deben rescatar ese tesoro y apaciguar la I visitada violencia a la que los empujó el PRI y otras yerbas. felicitaciones por esta música bella y que viva México. Gerardo from Colombia
pues no la conoce todavia porque LA SENSACION JAROCHA TOÑA LA NEGRA ¡¡ tiene muchos boleros que hicieron delirar a sus seguidores en los antros del mexico de los40s 50s y 60s y por radio la mas poderosa de america latina la XEW donde era un derroche de grandes del mexico romantico y bohemio pero toña siempre fue una de las mas grandes hasta para AGUSTIN LARA sin ella no hubiera sido tan importante su obra musical¡¡
Dr. Raúl Ibarra Ovando Gracias estimado, si, si se trata de Laurito Urania. He encontrado esta información que comparto con Uds. “ La voz lánguida y desgarrada, que hacía perfecta comparsa con el violín dolido de Laurito Uranga, y la trompeta con sordina del Chino Ibarra, son un deleite del que se han perdido todos los que no han escuchado las canciones de Agustín interpretadas por él mismo”. Un cálido abrazo desde Buenos Aires, Argentina.
La voz lánguida y desgarrada, que hacía perfecta comparsa con el violín dolido de Laurito Uranga, y la trompeta con sordina del Chino Ibarra, son un deleite del que se han perdido todos los que no han escuchado las canciones de Agustín interpretadas por él mismo. Con esa combinación de elementos que daban un tono afligido y fatalista a su música, Lara representó el espíritu decadente de la época; del amante cursi y pasional que, con el testimonio aun vivo de un Manuel Acuña, sentía la obligación de llevar la experiencia amorosa a sus últimas consecuencias; como la misma cicatriz en su cara lo atestiguaba.