¡Diles que no me maten!
Cine Venezolano 1985
Juan Rulfo.
-¡Diles que no me maten, Justino! Anda, vete a decirles eso. Que
por caridad. Así diles. Diles que lo hagan por caridad.
-No puedo. Hay allí un sargento que no quiere oír hablar nada de
ti.
-Haz que te oiga. Date tus mañas y dile que para sustos ya ha estado bueno. Dile que lo haga por caridad de Dios.
-No se trata de sustos. Parece que te van a matar de a de veras. Y
yo ya no quiero volver allá.
-Anda otra vez. Solamente otra vez, a ver qué consigues.
-No. No tengo ganas de eso. Yo soy tu hijo. Y si voy mucho con
ellos, acabarán por saber quién soy y les dará por afusilarme a mí
también. Es mejor dejar las cosas de este tamaño.
-Anda, Justino. Diles que tengan tantita lástima de mí. Nomás
eso diles.
Justino apretó los dientes y movió la cabeza diciendo:
-No.
Y siguió sacudiendo la cabeza durante mucho rato.
Justino se levantó de la pila de piedras en que estaba sentado y caminó hasta la puerta del corral. Luego se dio vuelta para decir:
-Voy, pues. Pero si de perdida me afusilan a mí también, ¿quién
cuidará de mi mujer y de los hijos?
2
-La Providencia, Justino. Ella se encargará de ellos. Ocúpate de ir
allá y ver qué cosas haces por mí. Eso es lo que urge.
Lo habían traído de madrugada. Y ahora era ya entrada la mañana y
él seguía todavía allí, amarrado a un horcón, esperando. No se podía estar quieto. Había hecho el intento de dormir un rato para apaciguarse, pero el sueño se le había ido. También se le había ido el
hambre. No tenía ganas de nada. Sólo de vivir. Ahora que sabía
bien a bien que lo iban a matar, le habían entrado unas ganas tan
grandes de vivir como sólo las puede sentir un recién resucitado.
Quién le iba a decir que volvería aquel asunto tan viejo, tan rancio,
tan enterrado como creía que estaba. Aquel asunto de cuando tuvo
que matar a don Lupe. No nada más por nomás como quisieron
hacerle ver los de Alima, sino porque tuvo sus razones. Él se acordaba:
Don Lupe Terreros, el dueño de la Puerta de Piedra, por más señas
su compadre. Al que él, Juvencio Nava, tuvo que matar por eso;
por ser el dueño de la Puerta de Piedra y que, siendo también su
compadre, le negó el pasto para sus animales.
Primero se aguantó por puro compromiso. Pero después, cuando la
sequía, en que vio cómo se le morían uno tras otro sus animales
hostigados por el hambre y que su compadre don Lupe seguía negándole la yerba de sus potreros, entonces fue cuando se puso a
romper la cerca y a arrear la bola de animales flacos hasta las paraneras para que se hartaran de comer. Y eso no le había gustado a
don Lupe, que mandó tapar otra vez la cerca para que él, Juvencio
Nava, le volviera a abrir otra vez el agujero.
Así, de día se tapaba el agujero y de noche se volvía a abrir, mientras el ganado estaba allí, siempre pegado a la cerca, siempre esperando; aquel ganado suyo que antes nomás se vivía oliendo el pasto
sin poder probarlo.
Y él y don Lupe alegaban y volvían a alegar sin llegar a ponerse de
acuerdo.
3
Hasta que una vez don Lupe le dijo:
-Mira, Juvencio, otro animal más que metas al potrero y te lo mato.
Y él contestó:
Mire, don Lupe, yo no tengo la culpa de que los animales busquen
su acomodo. Ellos son inocentes. Ahi se lo haiga si me los mata.
"Y me mató un novillo.
"Esto pasó hace treinta y cinco años, por marzo, porque ya en abril
andaba yo en el monte, corriendo del exhorto. No me valieron ni
las diez vacas que le di al juez, ni el embargo de mi casa para pagarle la salida de la cárcel Todavía después, se pagaron con lo que
quedaba nomás por no perseguirme, aunque de todos modos me
perseguían. Por eso me vine a vivir junto con mi hijo a este otro
terrenito que yo tenía y que se nombra Palo de Venado. Y mi hijo
creció y se casó con la nuera Ignacia y tuvo ya ocho hijos. Así que
la cosa ya va para viejo, y según eso debería estar olvidada. Pero,
según eso, no lo está.
"Yo entonces calculé que con unos cien pesos quedaba arreglado
todo. El difunto don Lupe era solo, solamente con su mujer y los
dos muhachitos todavía de a gatas. Y la viuda pronto murió también dizque de pena. Y a los muchachitos se los llevaron lejos,
donde unos parientes. Así que, por parte de ellos, no había que tener miedo.
"Pero los demás se atuvieron a que yo andaba exhortado y enjuciado para asustarme y seguir robándome. Cada que llegaba alguien al
pueblo me avisaban:
20 окт 2024