Doña Inés de Castro: ¡reinó después de morir! - Historia contada - Néstor Armando Alzate 

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El rey Alfonso IV, de Portugal, que gobernó ese país entre 1325 y 1357, casó a Pedro su hijo -heredero del trono-, con una princesa de Castilla llamada Constanza, quien tras la ceremonia llegó a Lisboa con su séquito en el que estaba su dama de compañía preferida su prima Inés de Castro, una joven de exquisita belleza que cautivó inmediatamente al príncipe Pedro y a su vez, ella, también quedó flechada.
Aunque Don Pedro cumplía con sus deberes matrimoniales para guardar las apariencias, la verdad es que estaba perdidamente enamorado y de esa relación nacieron cuatro hijos; entonces su padre decidió cortar por lo sano ordenando la muerte de Doña Inés de Castro, en 1354, porque ella representaba un peligro para el trono portugués y encomendó la misión a tres de sus nobles Pedro Coelho, Diego López y Fernando Goncalvez, quienes la asesinaron en Coimbra delante de sus pequeños hijos.
Transido de dolor, Don pedro se sublevó contra su padre y el enfrentamiento duró hasta 1357, año en el que murió el rey Alfonso IV al que sustituyó. Una vez instalado en el trono, persiguió con saña a los asesinos y logró que Pedro El Justiciero rey de Castilla en donde se habían refugiado se los entregara pero uno de ellos Diego López se escapó.
A los otros dos, Pedro Coelho y Fernando Goncálvez, les sacó el corazón estando aún vivos después de torturarlos hasta la saciedad. A continuación, los hizo descuartizar. Cumplida su venganza desenterró a Doña Inés, vistió su esqueleto con las mejores galas, le puso la corona, la sentó a su lado en el salón del trono y obligó a todos los cortesanos a que le presentaran sus respetos y besaran su huesuda mano. Luego mandó a construir un mausoleo en el que instaló dos esculturas yacentes la de él y la de su amada esposa frente a frente y bajo ellas fueron enterrados ambos con la idea -argumentó Don Pedro-, de que cuando despertaran el Día del Juicio Final, la primera imagen que vieran fuera el rostro del ser amado.
¿Y…lógico?
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