PIAZZOLLA Y YO
En estos días de tantos y tan merecidos homenajes al gran Maestro Piazzolla me vienen a la memoria una serie de hechos y anécdotas que me encantaría compartir con todos ustedes. Nuestra relación comenzó cuando le seguíamos los pasos con María Luz Regás, que estaba empecinada en llevarlo al Regina desde que habíamos alucinado viendo “María de Buenos Aires” en el teatro Planeta de la calle Suipacha. Así fue que por varias noches nos instalamos en el recién inaugurado Michelangelo, donde en la cueva dedicada al tango Piazzolla y su Quinteto que integraban Cacho Tirao, Acho Manzi, Quicho Díaz y Antonio Agri con las voces de Alberto de Rosas y Amelita Baltar, tocaban junto a otras importantes orquestas como la de Osvaldo Pugliese. Todas las noches María Luz le insistía en que además de presentarse en Michelangelo o en tanguerías como Caño 14 o Gotán, él debería dar un paso más y hacer conciertos en un teatro y que por supuesto ese teatro no podría ser otro que el Regina. Y todas las veces nos decía que no, alegando que no creía que nadie fuera a gastar un peso para ir a escucharlo solamente a él y su quinteto. Finalmente María Luz le ganó por cansancio y a fines del 68 aceptó hacer ese famoso concierto, que fue un éxito rotundo. Tanto fue así, que Astor se comprometió a repetir la experiencia en cuanto fuese posible, algo que sucedió en 1969 cuando armamos un ciclo que durante un par de semanas iría los martes y domingos aprovechando los días de descanso de la compañía teatral. Para ese entonces el quinteto ya se presentaba con Amelita Baltar como única cantante y fue el período en que Astor estrenó varias obras instrumentales y “Balada para mi muerte”. Se llevaron a cabo todas las funciones a sala llena y con María Luz le propusimos terminar el ciclo con 10 funciones seguidas a partir del 15 de octubre, después que bajase la obra que estaba en cartel. En esos días se estaba desarrollando el Festival Iberoamericano de la Canción donde competían con “Balada para un loco” que con Ferrer habían compuesto especialmente para esa ocasión y la Gran Final cuando se declararían los ganadores tendría lugar el martes 14 justo un día antes del debut en el teatro. Todos estábamos seguros de que ganarían y habíamos preparado un cartel tipo pasacalle que iba de punta a punta del escenario del Regina diciendo BALADA PARA UN LOCO PRIMER PREMIO DEL FESTIVAL IBEROAMERICANO DE LA CANCIÓN. El resto es historia conocida. El día del debut tuvimos que recortar el cartel dejando solo el título de la canción, que para el público recién se estrenaba esa noche. Al terminar la gente enloqueció y las más de 500 personas que colmaban la sala aplaudían y gritaban bravo de pie. En el Regina solíamos arrojar flores al escenario (costumbre que aún conservo) al final de cada temporada o de alguna función especial. Y como esta realmente lo merecía, no dudamos en volver a hacerlo. Claro que Piazzolla, Amelita y los músicos lo ignoraban y en cuanto cayeron las primeras Astor, que aún tenía fresco el recuerdo de la noche anterior, cuando además de insultos también llovieron monedas mientras Amelita cantaba la Balada se pegó un julepe bárbaro tratando de esquivarlas hasta que se dio cuenta de que en realidad no eran más que unas hermosas rosas rojas. Las 10 funciones se transformaron en 48 noches inolvidables que finalizaron el 28 de diciembre.
De ahí en más, nuestra amistad se fue cimentando de a poco durante las cenas de madrugada que nos mandábamos en Bachín, después del continuado de las funciones del Regina y Michelangelo y de las que muchas veces salíamos cuando el sol ya comenzaba a acariciar las calles del centro. El Maestro empezó a viajar mucho. En Europa lo requerían cada vez más por lo que nuestros encuentros se espaciaron bastante. Recién nos volvimos a encontrar en 1973, cuando inauguré el Corrientes Music Hall en el mismo sitio donde antes había estado El Tronio y aprovechando que Astor andaba por Buenos Aires le sugerí hacer unos recitales a lo que como siempre accedió. Ya no tenía cantantes y se presentaba sólo con su quinteto. Para esa época decidí que ya era hora de que con mis padres volviésemos a visitar Italia después de más de 20 años en Argentina y lo primero que hice al llegar a Gaeta fue pedir prestado el teléfono de la casa de mis primos para llamar a Astor, porque sabía que estaba haciendo recitales en la RAI, nada menos que con Mina como cantante. Todos se sorprendieron de que yo fuese amigo del “Maestro Piazzolla” al que ellos ya consideraban un genio. Fui a Roma a verlo en su casa de Vía dei Coronari y me invitó a cenar en un pequeño restaurante debajo de su departamento y más tarde a tomar café a un sitio donde me aseguró que nos encontraríamos con todos los personajes de Fellini. Era en Piazza Navona y tenía razón. Fue como estar en medio de la filmación de todas sus películas a la vez, rodeados de un montón de extras que deambulaban caracterizados como cada uno sus personajes. (...)
11 мар 2021