SUPONGAMOS QUE...
Detrás de su nube, Sombra mira y escribe:
Falta lo que hace falta. Su ausencia es herida que se renueva aún en esta cicatriz que mal regalan las horas.
Aun y cuando os sé lejana, luz que me desvela, con la mirada acorto las distancias y en vuestro cuerpo marco las señales para la ruta que aspiro a que caminen después mis labios.
Bien sé que la sombra que me envuelve y nombra, muro se hace entre vuestra piel y la que ahora me duele por no teneros.
Apenas puedo asomarme por una grieta y, a través de ella, rondar vuestro talle, ceñirlo con la mirada y con la mirada rendirlo. Tocan mis ojos lo que tocar no pueden mis manos. De vuestra carne la espera, amable y distanciada luz, es cadena cruel para tanta libre ansia, mordaza perversa para el deseo, y eterna vergüenza para quien impávido la acepta. Y maldigo así este tiempo que muro pone sobre el muro que de vuesa gracia me aparta.
Y vencerlo me prometo. Envuelto en sombras, sombra yo, me llegaré a vuestro cuerpo para hacer la ruta hasta el nudo del deseo, para desatarlo luego. Con los labios habré de quitarle las ropas y las penas. Una promesa le dibujaré en la nuca y con su nombre susurrado le peinaré los cabellos. Sus senos con mi pecho serán cubiertos y nuestras caderas se mecerán al compás de jadeos y gemidos. Esas vuestras manos a mi espalda habrán de aferrarse cuando el placer vuele su caída hasta la pequeña muerte de su vientre. No habrá entonces ni luz ni sombra, apenas un relámpago languideciendo con nuestras pieles desgastadas.
Esperad de mi espera, alto vuelo, que habrá que hacer de nuevo la madrugada...
Amanece. La madrugada esconde sus nostalgias en la lluvia de junio. Sobre la mesa, un libro queda abierto con la ayuda del peso de una pipa rota. En una página manchada con ceniza, con línea irregular están subrayados unos versos de Bertolt Brecht:
La lluvia
No regresa hacia arriba.
Cuando la herida
Ya no duele,
Duele la cicatriz.
31 мар 2013